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La Revolución Fascista
(George L. Mosse)

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La segunda guerra mundial y su desfile de horrores, los campos de la muerte y las atrocidades que acompañaron su reino nos hicieron olvidar hasta que punto el fascismo representó un espíritu revolucionario, una tercera vía entre comunismo y capitalismo para gran parte de la juventud europea. George L. Mosse -uno de los mejores especialistas de la historia del fascismo, desdichadamente fallecido en 1999 - analiza en ese libro los ingredientes que permitieron el nacimiento de ese monstruo político. Ante todo, la primera guerra mundial. Toda una juventud conoció la solidaridad de las trincheras, la amistad de los soldados cuyos camaradas fueron destrozados por obusos o alguna ametralladora, la embriaguez del combate y de la muerte que acecha. A muchos de ellos les llevó mucho disgusto la vida civil, el deterioro de las instituciones democráticas. Sea en Italia, Alemaña o Francia, el antiparlamentarismo está ganando terreno, estimulado por una corrupción generalizada o supuestamente generalizada, por una ola de escándalos que chocan a los que dieron tanto por su patria. Todos los fascismos europeos - en primer lugar, el italiano, el nacismo pero también el fascismo francés, la guardia de hierro rumana, las cruces flechadas hungaras, los ustachis croatas - salieron de esa olla hirviente. Claro que el nacionalismo fue una componante del fascismo : el culto al jefe es inseparable al de la nación. La palabra 'culto' no es inocente: Georges Mosse muestra hasta que punto la liturgia politica, la escenografía y la retórica fascistas constituyen una verdadera religión civil. Elementos románticos - el valor, el desafio a la muerte (no nos olvidemos del 'viva la muerte' de los fascistas españoles), la pasión por la patria -desnaturalizados o descalificados de su real sentido también son ingredientes de esa receta letal. La menor de las paradojas del fascismo no es la de su retórica o de las copias a su enemigo eterno: el socialismo. Se acumula todo un armamento social revolucionario para atraer y excitar a la muchedumbre. La confrontación de elementos modernistas (el arte futurista, el avión, el coche, la velocidad) e ideas conservadoras (la familia, la patria, la tierra-madre, la glorificación exagerada del combate y del heroismo) constituyen un coctél tan explosivo como eficaz. En los capítulos siguientes, Georges Mosse se interesa por el estudio de elementos particulares en la galaxia fascista misma: fascismo y nacionalismo, estética fascista, relaciones paradójicas entre fascismo y revolución francesa (rechazo conservador del elemento popular pero copia de la retórica, de la escenografía y del culto civil, por ejemplo las fiestas patrióticas) fascismo y homosexualidad, etc. Es ya un clásico dentro de estudios históricos, sociales y políticos del fascismo.



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