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Venezuela: Horizonte Democrático En El Siglo Xxi (venezuela: Democratic Horizon In The Xxist Century
(SALAZAR;ROBINSON)

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Venezuela es uno de los países más convulsionado de América Latina, su intensa actividad no es exclusiva de la política, sino que navegan en las aguas nacionales nuevas prácticas políticas de sujetos que se revelan contra el orden que perduró durante décadas; también existen actos propios de la prepolítica, como venganzas, atentados y ejercicio de la justicia al margen de las instituciones y de la ley; no dejan de faltar los actores auto invitados en la política, los medios de comunicación, las entidades empresariales y sindicales asumiendo el rol de partidos políticos y el ingrediente que le suma el gobierno con su actuación mantenerse en permanente campaña ante los acotamientos que le hacen a su administración la oposición irascible que no tolera los actos de gobierno y le apuesta a la salida traumática de la renuncia o deposición del presidente, sin importarle el costo institucional y político para el país.
El primer signo que se anuncia en este cuadro desgarrador y polarizado es la Intolerancia en todos los segmentos sociales; anular, descalificar, no reconocer al otro y acudir a la violencia cuando no se impone el pensamiento único, son los síntomas de debilidad y riesgo que tiene la democracia venezolana.
Indudablemente que todo fenómeno tiene una causa, algunas de las veces multifactorial, y la crisis en el país bolivariano deviene de varios afluentes, siendo las más notorias la revelación de una falsa idea de la estabilidad política que presumían las élites políticas del país, lo cual nunca existió, puesto que la imagen que se vendió de Venezuela tenía como zócalo grandes segmentos sociales que vivían en la miseria, sobrevivían de las migajas del sistema y daban soporte a la economía desde su condición de miserables y de sujetos sin derechos. Eras los de abajo, los que no tenían voz ni capacidad decisional reconocida por el Estado.
En este submundo, la violencia se apoderó del subconsciente colectivo, tanto la que aplicaban los organismos represores del gobierno como la ejercida por los sujetos sin derechos de manera intragrupal e interactoral, era tierra sin control y de libre arbitrio. La sociedad escondida entre los muros de la miseria que no se dejaba ver por las pletóricas piezas discusivas de la riqueza petrolera, que bajo su color ennegrecido estaban los sujetos que carecían de esperanzas y vivían en un perpetuo presente.
El mundo de la ficción fue agotándose, dado que fue figurado por afuera y por dentro. Por el exterior, la competitividad internacional que impone el mercado, prioriza zonas estratégicas, exige aperturas para las inversiones foráneas, compite con nuevas tecnologías, lubrica los conductos políticos, fundamentalmente para desterrar a los enclaves actorales que no les sirven para sus intereses inversionistas o alianzas comerciales, limita la corrupción de los agentes políticos para ejercerla los empresarios, presionan para limitar la cobertura de las políticas públicas y acotan al estado de tal manera que su función sea la de mero administrador público, sin incidencia en la sociedad ni la economía.
Un Estado acostumbrado a vivir de la corrupción, conectado a correas de transmisión que le alimentaban con votos en los procesos electorales para legitimarlo temporalmente y ligado a grupos de empresarios que evadían impuestos y utilizaban al ente público para resolver sus necesidades, no se dio cuenta que el escenario internacional había cambiado y cuando ello sucedió, ya era tarde, la crisis requería una atención mayor de cobertura amplia y profunda, un golpe de timón.
Internamente las tensiones eran mayores, la pobreza desbordaba las fronteras rurales y ya reinaba en las ciudades; el segmento de la clase media se debilitaba, la violencia iba ganando terreno, no solo la del crimen organizado, sino la urbana, el índice de delitos se incrementaba y la polarización social era cada vez mas pronunciada, exigían servicios públicos, escuelas, hospitales y trabajo, el Estado se encontraba agotado y sin recursos, ya la agonía del sistema político entraba en su fase terminal, necesitaba el cambio.
Todo cambio para posicionarse libera fuerzas atadas por muchos años, también desanuda pasiones e incentiva el miedo, dado que el horizonte de la certidumbre no está comprado de antemano, sino que se construye colectivamente y con sujetos comprometidos en el proceso, por ello el temor es propio de las personas que no viven el proceso y no quieren arriesgar nada, por lo cual deciden quedarse quietos y esperando que la garanticen que todo cambia pero nada le perjudica.



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