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Memoria De Mis Putas Tristes
(Gabriel García Márquez)

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Reseña de "Memoria de mis putas tristes".
En este relato corto, justo, certero, Gabriel García Márquez, demuestra nuevamente, de una manera sólida, asombrosa, y eficaz su calidad de escritor. De tal manera que el relato parece haber sido escrito de una sola vez, y sin corregir absolutamente nada. Uno navega sus páginas guiado exquisitamente, con firmeza, y pasión por el narrador que timonea en lo que le toca sabiamente. En cada página hay frases para degustar, analizar mansamente, sopesando su importancia para nosotros los lectores, que reescribimos la historia nuevamente.
El autor colombiano nacido un año antes de la crisis del 29 en Aracataca, vuelve con un tema muy recurrente en su obra: el amor verdadero, relacionado con la vejez ("El amor en tiempos de cólera"), entendida como acumulación de años, no de espíritu, ni de actitud frente a la vida, que puede, y debe ser datada de una manera diferente.
El personaje central que cumple 90 años, del cual no conocemos el nombre, decide autoregalarse una mujer virgen, que en principio es pensada para encadenarse con todas las demás mujeres que ha conocido privadamente en su vida; de hecho el camino que decide para su encuentro es el mismo, que hasta su presente conocía, los cabarets, y las prostitutas.
Rosa Cabarcas dueña de un prostíbulo, mujer con la que había intimado muchas veces, y que conocía desde mucho tiempo, es la encargada de conseguir, y preparar a la niña, casi adolescente Delgadina, (nombre de la niña de 14 años, dado por el personaje central, ya que la verdadera identidad permanece anónima), para ser el objeto regalo.
La historia podría ser definida también, como el camino por el cual Delgadina objeto, regalo, se transforma en mujer amada. Uno ama lo que considera igual en muchos sentidos, y de esta transformación da cuenta el relato.
Rosa Cabarcas conoce el oficio, ha estado en él lo suficiente como para arreglar todo con la mayor de las discreciones, idea muy apreciada por ella, y la sociedad que pinta García Márquez en este relato.
Sobrevuela todo el tiempo la idea de "pueblo chico, infierno grande", de que hay un mundo público, muy aristocrático, poderoso, de normalidad; y otro que se abre paso en los prostíbulos, cabarets, y placeres condenados por el mundo de fachada, mentiroso, y frágil anterior. En los biombos que dividen el cabaret, se encuentran las principales figuras económicas, y políticas de la sociedad. El sexo es una moneda de cambio más, que compra poderosos, o silencia, según la ocasión.
De este encuentro entre Delgadina adolescente, que trabaja cociendo botones en una fábrica, que tiene muchos hermanos a los que mantener, con este eterno periodista nonagenario, conciente de sus fracasos, aristocrático en sus modales, profesor en su sociedad en otros momentos, gran conocedor de la música culta, de los clásicos de la literatura, que desde tiempos inmemoriales escribe en una página en el diario local, surgirá el amor. Amor que el anciano jamás había conocido, por no encontrarlo, y por cuidarse mucho de no hallarlo también. Su vida había estado marcada fuertemente, por una rutina destructora, obsesiva, que dejaba poco espacio a la sorpresa, la imaginación, y al riesgo.
Quizás por lo anterior, el amor siempre le había sido esquivo, y viceversa también.
No hay amor sin cambio, aunque estos se hagan a los 90 años.
En algún sentido el personaje es bastante miserable, y a la vez desafía esa miseria, arriesgando con pasión, y sabiduría sobre el ocaso de su vida.
El sexo, las alusiones, metáforas, y expresiones utilizadas por el autor constituyen un elemento relevante en el relato, que lo adereza, y seduce. No le falta nada es atractivo, inteligente, en lo que plantea. El sexo con amor, es algo que el nonagenario no conoce, hasta ahora en su vida, plagada de relaciones sexuales cargadas de ropa, que no desnudaban su interior.
Hay una dimensión humana deliciosa en el relato, en donde conviven las pasiones, más animales, con el refinamiento del amor más sabiamente concebido, para un hombre que siente las evidencias de los años, y de la muerte recortándose a cada paso en el horizonte. Sin embargo el amor, lo cambia, lo desafía a ser feliz, a valorar cada minuto, a reinterpretar su vida, a postergar todo lo demás, a sentir celos irrefrenables, que lo hacen padecer la muerte, que en algún sentido es estar enamorado.
No hay nada que nos haga más humanos, que conocer el amor, aunque estemos a unos minutos de morir, la vida, la muerte se ven de otra manera llegado este punto, que marca nuestra historia.
Gonzalo Menéndez Baisón.



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