La Gran Marcha
(E. L. Doctorow)
En un estilo muy ameno y visual, a manera de una película coral de las de Robert Altman, este ya clásico y clasicista autor estadounidense recrea la marcha victoriosa del General Sherman a través de los estados de Georgia, Carolina del Sur y Carolina del Norte, en los últimos compases de la guerra de Secesión. A los militares y sanitarios, se van sumando advenedizos y desertores, esclavos liberados y esclavistas en fuga al contingente de la máquina de guerra del general Sherman, que es uno de los personajes de la trama, así como el más violento y perverso general Kilpatrick. Emily Thompson, hija de un juez sudista que acaba de morir, encuentra una vida nueva como enfermera del doctor Wrede Sartorius, oficial sanitario de Sherman, de quien se convierte en amante. "Lo he perdido todo en esta guerra. Y veo que la persistencia no está en las mansiones arraigadas de una ciudad sino en lo que no tiene raíces, en lo ambulante. Un mundo flotante" (págs. 71-72) Sin embargo, su visión de las dolorosas consecuencias de la guerra la aleja incluso de este amor, llevándola a un antibelicismo visceral y echa en cara al médico que asuma ser la cara humanitaria de algo que en realidad no lo es: "Representas el aspecto de esa gente que le permite creerse civilizada" (pág. 223). También como auxiliar de Sartorius viaja la negra de aspecto blanco Pearl, hija del amo de la hacienda en que vivía y de una esclava, quinceañera e inquieta, que reflexiona sobre lo que debe hacer con su recién conocida libertad. Al final, duda entre quedarse con el negro aprendiz de fotógrafo Calvin o marchar a Nueva York a cumplir la última voluntad de uno de los que pasaron por la enfermería. Pearl es uno de los personajes más simpáticos y jugosos de la novela. Enloquecida por todo lo que ha visto y especialmente por la muerte de su marido, viaja también Mattie Jameson, la esposa del ex amo y padre de Pearl. Ésta desprecia a Mattie, a pesar de que nunca fue cruel, porque sencillamente no le preocupaba lo que pudiera estar haciéndosele a los esclavos: "Le gustaba tocar el piano y que el mundo siguiera su curso" (pág. 301), dice de ella. Mattie anhela encontrar a sus dos hijos, que sirven como soldados para la Confederación, y está obsesionada con la idea de que los encontrará entre los muertos. Así sucede con uno de ellos. El otro resulta estar prisonero. Al conocer esto, Pearl se vale de su condición de enfermera para sacarlo de la cárcel, diciendo que tiene una enfermedad infecciosa, y dejarlo huir con su madre, después de aclararle que le hace ese favor para que durante toda su vida recuerde que le debe la vida y la libertad a la negra que fue su esclava. En la marcha se cuelan, provistos de uniforme de la Unión, el joven desertor Will y el más experto Arly, también ex soldado de la Confederación. Will muere en un accidente y el siempre rastrero Arly se aprovechará de la cámara fotográfica del negro Calvin para hacerse pasar por fotógrafo y atentar, simulando hacer una foto, contra el general Sherman, lo que le valdrá ser fusilado como un héroe del Sur. La novela, equilibrada y dinámica, aunque carente de la fuerza creativa de la obra faulkneriana (a la que recuerda en ocasiones) cuenta con sobresalientes momentos en los que describe el dolor físico y moral de manera contundente pero no lastimera.
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