Brooklyn Follies
(Paul Auster)
Prejubilado y tras haber a duras penas superado un cáncer de pulmon, con su matrimonio roto desde mucho tiempo antes, el ex agente de seguros Nathan Glass, casi sexagenario, vuelve a su Brooklyn natal con pocas perspectivas por delante, al margen de la de morirse cualquier día de su enfermedad. Cuando su hija le sugiere que se busque algún pasatiempo, a Nathan se le ocurre recopilar recuerdos de situaciones difíciles y meteduras de pata propias y ajenas para formar lo que llama El libro del desvarío humano. En la librería de viejo que frecuenta, propiedad del cincuentón homosexual Harry, Nathan se encuentra con su obeso sobrino Tom, que trabaja allí después de una temporada de ganarse la vida con un taxi y que le cuenta la preocupación que siente por el paradero de su hermana Aurora, casada con un fanático religioso después de una temporada de trabajar en el porno, drogarse y tener una hija de padre desconocido. Tom le revela además su platónico enamoramiento de una joven madre muy guapa a la que en su adoración ha dado en llamar PBM (Perfecta Bella Madre), pero con la que no se atreve a hablar. Nathan aborda a la chica en la calle, descubre que es joyera artesana, se la presenta a Tom y le compra un collar para su propio amor imposible, una joven hispana que le sirve la comida en su fast-food habitual, lo que llevará a despertar los tormentosos celos del marido. El librero Harry, ex presidiario por culpa de un fraude de obras pictóricas que cometiera en asociación con su ex novio Gordon, cuenta a Nathan que planea, también con Gordon, la falsificación del manuscrito original de la novela del siglo diecinueve La letra escarlata, de Hawthorne, y él le advierte de que puede ser una trampa del propio ex novio, que probablemente le guarda rencor por haberle arrastrado con él a la cárcel cuando se descubrió la estafa anterior. La vida de Nathan se agita con la llegada a la ciudad de la niña de nueve años Lucy, hija de la desaparecida hermana de Tom, que viene sola, con un poco de dinero en el bolsillo y se niega a revelar el paradero de su madre. Tío y sobrino deciden llevar a la niña a Vermont, con una hermanastra de Tom, pero la pequeña sabotea el plan echando azúcar en el depósito y obliga a que la expedición se detenga en un motel. Tom y Nathan encuentran tan agradable este establecimiento que se plantean comprarlo. Además, Tom liga con la hija del dueño, Honey, una mujer con su mismo físico orondo. No obstante, el proyecto se diluye cuando reciben la noticia de que el librero Harry acaba de morir y salen corriendo de vuelta a Nueva York para enterarse de que la causa ha sido un ataque cardíaco que le ha dado al conocer que, tal como se le había advertido, el plan trazado por su novio ocultaba una venganza que se dirigía a hacerle elegir entre la cárcel y entregarle los mejores ejemplares de su librería. Conocen, además, que Tom es el heredero del negocio y tío y sobrino se ponen a trabajar de libreros, con la niña de la mano. Una llamada interrumpida de Aurora, la perdida madre de Lucy, pone a Nathan sobre la pista de su paradero. Tras investigar, Nathan la encuentra secuestrada por su propio marido en un cuarto de la casa, en una ciudad del Sur. Tras haber sufrido un intento de seducción del gurú religioso que tiene fanatizado a su esposo (un auténtico Tartufo), Aurora cayó en desgracia para ambos, aunque consiguió que, a cambio de no denunciar el caso a la policía, se le permitiera sacar de allí a la niña. Nathan se lleva de allí a su sobrina, hace que se reuna con Lucy y le busca acomodo en Brooklyn, en la casa de Nancy, la BMP, cuyo matrimonio también se acaba de romper y que acabará teniendo con Aurora un apasionado amor lésbico. También el idilio del gordo Tom y la gorda Honey tiene un final feliz, con matrimonio e hijo incluido, e incluso el propio Nathan encuentra una nueva oportunidad en el amor de Joyce, la madre de la BMP. Finalmente, Nathan sufre un ataque al corazón que le hace pensar queva a morir, pero no es así. Incluso, en el hospital se le ocurre un nuevo pasatiempo: hacer biografías de personas corrientes, y lejos del callejón sin salida que pensaba que iba a afrontar a su llegada a Brooklyn, afirma sentirse muy feliz de vivir. Se trata, sin duda, de una de las más optimistas novelas de Auster, aunque no de las mejores. La historia, no obstante, tiene el peculiar sello de este autor y no deja de resultar amena e interesante, y tampoco deja de ofrecer las típicas curiosidades sobre escritores famosos que tanto gustan a Auster: una sobre Wittgensteirn, pidiendo perdón a sus ofendidos, y otra de un Kafka extrañamente cariñoso y feliz y una niña que ha perdido una muñeca.
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