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La Regenta
(Leopoldo Alas Clarín)

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Ana Ozores, la más guapa casada de la burguesía de Vetusta, vive llena de frustración el transcurrir de sus días en la convencional sociedad de la ciudad y particularmente, su matrimonio con el ex regente Víctor de Quintanar, mucho mayor que ella. Su insatisfacción anímica y sexual, que se manifiesta a menudo en ataques de nervios, la conduce a ser la presa que se disputan, cada uno a su manera, los máximos representantes de las fuerzas sociales dominantes: el magistral Fermín de Pas y el jefe local del Partido Liberal, Álvaro Mesía. El magistral es el miembro más ambicioso del clero local. al convertirse en el confesor de
La Regenta, inicia un proceso de exacerbación de los sentimientos religiosos de la mujer, mal disimulando su atracción sexual hacia ella. Al mismo tiempo, Mesía, un donjuán en decadencia pero todavía atractivo, aprovecha su amistad con el marido de Ana para tender sus redes en busca de una aventura con la dama más cotizada de la ciudad, más por vanidad que por verdadero enamoramiento. El magistral toma inicialmente ventaja en la cada vez más franca pugna entre los dos rivales. Consigue desviar el vehemente temperamento de Ana hacia el misticismo religioso y hacerse así espiritualmente amado y necesitado por ella. Pero Fermín de Pas está atrapado en su sotana. No le satisface plenamente esa hermandad en una religión que cada vez contempla de un modo más utilitarista, y a la vez intuye que dar el paso hacia la conquista amorosa asustaría y ahuyentaría a Ana. La Regenta comienza a sospechar los auténticos sentimientos del clérigo al mismo tiempo que empieza a aceptar que está enamorada de Mesía. No obstante, De Pas sabe manipular la situación y consigue que Ana se arrepienta de haber pensado mal de él y le ofrezca una prueba de su fervor religioso: salir descalza y vestida de nazarena en la procesión del viernes santo. De Pas mira esto como un triunfo del que toda la ciudad es testigo. Mesía, en cambio, intuye que es el principio del fin de su influencia sobre Ana. Efectivamente, La Regenta se siente avergonzada de ese público exceso de devoción e inicia una nueva época de distanciamiento del magistral y de ensalzamiento de la vida sana y alegre. Mesía prepara con calma su ataque final, convencido de que la fruta ya está madura. Nervioso y acongojado por la actitud de La Regenta y los avances de su rival, De Pas comete la torpeza de sufrir un claro ataque de celos en el curso de una excursión a la finca de unos amigos de Ana. Mesía convence a Ana de que el magistral está enamorado de ella y ésta se escandaliza y cae en los brazos del donjuán, iniciando un romance adúltero que el despistado ex regente, Quintanar, no llega a sospechar. De Pas se entera de todo a través de la criada de Ana, Petra, a la que ha convertido en su espía y, muerto de celos, inicia una fría y despiadada venganza. Primero, ordena a Petra que ponga los medios para que el marido pille a los amantes in fraganti. En segundo lugar, y cuando Quintanar ha descubierto el adulterio y duda sobre qué postura tomar, De Pas manipula hábilmente los sentimientos del ex regente y, mientras que en apariencia le disuade de tomar venganza, le incita en realidad a coger las armas y batirse en duelo contra Mesía. Tiene lugar el desafío y a pesar de la mayor habilidad con las armas del ex regente, la lucha concluye con la muerte de Quintanar y la huida a Madrid del seductor. Destrozada y avergonzada, Ana sufre el rechazo de sus amigos y de toda la sociedad vetustense, que tanto alienta y disfruta con los adulterios que no se hacen públicos. Convencida de que el huido Mesía no era digno de su amor, La Regenta hace un desesperado intento por volver a la amistad espiritual con el magistral, deseando que sus sospechas de deseos ilícitos sobre ella fueran infundadas. Lejos de perdonarla, el magistral evita que se acerque a él y la desprecia en la propia puerta del confesionario. Ana cae desmayada sobre el suelode la catedral y la única asistencia exterior que recibe es el aprovechado beso en los labios de uno de los sacristanes, que ella siente como el contacto de un sapo.



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