"cuestión De Investiduras"
(Ensiclopedia Estudiantil.Editorial: Codex)
?Cuestión de Investiduras? Un hombre de apariencia arapienta, camina bajo fuerte nevada, descalzo y en actitud penosa. Llega a la explanada que circunda un castillo, permanece todo un día entero esperando, luego pasa ese día y otro más deberá transcurrir, continúa esperando, dando lentas vueltas y rezando bajo la nieve de un crudo invierno. Quienes pasan por allí, ven al penitente y conmovidos intentan ayudarlo. Hubo de pasar un día más, para por fin ser admitido ante quien lo espera en el castillo: El Papa. El hombre se postra a los pies del pontífice, implorándole lo perdone. El santo padre, lo reprende duramente, imponiéndole severas condiciones que él, acepta, con tal de que éste levante la pena de excomunión, finalmente El Papa lo perdona. Esto ocurrió en Canosa, (Apeninos), allá por 1077. El hombre penitente es Enrique IV, Emperador de Alemania, y El Papa es Gregorio VII, que en 1073 fue elegido Papa, nacido en Siena con el nombre de Hidelbrando, tomando el nombre de Gregorio VII al asumir el Papado. Ocurría en aquellos tiempos, desde la época del emperador Otón, quien había comenzado, con el sistema de dar a los obispos, el título de ?Conde? de las ciudades a las que pertenecían, para con esto asegurarse fidelidad, dado que al elegir hombres de las Iglesia y no hombres de armas, evitaba el peligro de las sublevaciones. Pero Gregorio VII, apenas proclamados Papa, afrontó el problema de ?Las Investiduras?, declarando que la autoridad del Papa era superior a la del Emperador, y los derechos de elegir y nombrar obispos, eran exclusivos del Papa. Enrique IV, contrariado, recurrió a los obispos, haciéndolos declarar depuesto de sus funciones al Papa Gregorio, quien respondió con dura firmeza, destituyendo a los obispos y excomulgando al Emperador. El pueblo, ante tan grave situación, decidió obedecer al Santo padre y no, al Emperador, quien se encontró debilitado y solo en su poder. Temeroso de perder el trono, enrique IV partió hacia Canosa, para conseguir el perdón del Papa. Sufrida esa tremenda humillación, quiso vengarse del Santo Padre, reunió un ejercito, y volviendo a Italia asedió a Roma. El Pontífice, había sido puesto a salvo, por un rey normando: (Roberto Guiscardo), que supo de las intenciones de Enrique IV. El Santo Padre moriría en el exilio, pero su lucha no fue inútil. En 1122 el Concordato de Works (bella catedral), celebrado entre El Papado y el Imperio determinó que El Papa, seria desde ese momento, quien nombrara a los funcionarios de la Iglesia y el Emperador, debería darles los feudos respectivos.
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