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Diana Spencer: Emotivo Tributo En Londres
(Donanfer)

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Diana,  Emotivo tributo  en Londres


La princesa Diana, , fue recordada ayer con un emotivo servicio religioso durante el cual el obispo de Londres, Richard Chartres, hizo un llamado a que se dejara de "utilizar su memoria para marcar puntos" en polémicas disputas. En la primera ceremonia oficial, la Familia Real británica conmemoró los diez años de la muerte de la princesa Diana dispuestos a que sea la última vez. Los príncipes William y Harry, sus hijos, fueron las caras públicas y tiernas de la ceremonia en la Guards Chapel, frente al palacio de Buckingham, rodeada de controversias, amigos íntimos excluidos y listas negras. Más una ausente obvia y que se siente humillada: Camilla, duquesa de Cornwall, ex amante y actual esposa del príncipe Carlos, que decidió no asistir cuando los amigos de Diana dijeron que su presencia sería "profundamente inapropiada". Emocionado, cálido y lejos de cualquier formalidad, el príncipe Harry decidió recordar a "la mejor mamá del mundo" en sus conmovedoras palabras en la capilla. Harry tenía apenas 12 años cuando su madre murió y cumplió su primera y más dolorosa ceremonia pública caminando durante kilómetros, detrás de su féretro, junto a su hermano, su abuelo, su padre y su tío. "William y yo podemos separar nuestra vida en dos partes. Aquellos años cuando estábamos bendecidos con la presencia física de nuestra madre y padre, detrás nuestro. Ella era nuestra guardiana, amiga y protectora. Ella será siempre recordada por su increíble trabajo público. La extrañamos", dijo Harry y emocionó a los quinientos invitados. La Familia Spencer estaba presidida por Charles, el hermano de Diana. Detrás de las dos primeras filas estaban sentados el primer ministro Gordon Brown y los ex Tony Blair y John Mayor con sus respectivas esposas. Los sombreros de las mujeres opacaban la visión con plumas, flores y moños. El negro casi estaba desaparecido del vestuario, con la reina Isabel vestida de lila de la cabeza a los pies y Sara Brown, la esposa del premier, de rosa. La princesa Michael de Kent había elegido una inmensa pamela celeste. Harry y William demostraron sus habilidades para besar a las señoras sin arrancarles el sombrero. Las presencias no equilibraban las ausencias. Si bien estaba Lord Atenborough, el fotógrafo peruano Mario Testino, el empresario Richard Branson, Sir David Frost, el ex arzobispo Lord Carey y el ex guardaespaldas Trevor Jones no estaba ni el mayordomo Paul Burrell, deliberadamente tachado, ni el guardaespaldas Khen Wharfe, que la princesa adoraba, ni el argentino Roberto Devorik ni el doctor Hasnat Khan, entre muchos otros. La ceremonia en la Guards Chapel, la capilla de la guardia real, cercana al palacio de Buckingham, tuvo por objeto conmemorar el décimo aniversario de la muerte de la princesa de Gales, pero también se convirtió en el primer gran acto oficial organizado y presidido por sus dos hijos, los príncipes Guillermo, de 25 años, y su hermano Enrique, de 23, segundo y tercero en la línea de sucesión de la corona británica. Apostados al tope de la escalinata de la iglesia, los dos jóvenes recibieron personalmente a buena parte de los quinientos invitados al servicio religioso, entre los que se encontraban el primer ministro Gordon Brown; sus predecesores Tony Blair y el conservador John Major; los cantantes sir Elton John, sir Cliff Richard; el empresario sir Richard Branson y el fotógrafo peruano Mario Testino, todos acompañados por sus parejas. Su padre, el príncipe Carlos, fue el único en descender absolutamente solo de la limusina negra que lo transportaba, marcando así elocuentemente la ausencia de su segunda esposa, Camilla Parker-Bowles. Con ánimo melancólico, el heredero de la corona besó a sus hijos y preguntó con una pícara sonrisa a Enrique -visiblemente nervioso- si había recordado llevar consigo una copia de su discurso. El oficio religioso, conducido por el capellán local Patrick Irwin, señaló las bases sobre las cuales la monarquía británica parece haber decidido encauzar su porvenir. En manos de Enrique -el pelirrojo "regalón" de la fallecida princesa- quedó la tarea de desplegar aquella faceta emotiva que su madre había sabido tan bien cómo expresar, mediante un texto escrito por él de puño y letra. "Guillermo y yo podemos separar nuestras vidas en dos partes -advirtió Enrique, conteniendo las lágrimas-. Cuando estaba viva, nosotros dimos completamente por descontado su incomparable amor por la vida, risa, alegría y tontería. Ella era nuestra guardiana, amiga y protectora. Ella era la última en besarnos a la noche. Nos alentaba cuando estábamos nerviosos o inseguros. James y del palacio de Kensington. El obispo de Londres, Richard Chartres, electrificó a los feligreses, todavía bajo el efecto balsámico de un salmo leído por la hermana mayor de Diana, lady Sarah McCorquodale, y varias piezas corales de Rachmaninov, Elgar y Fauré, al abrir su homilía exclamando: "¡Quién está haciendo trampa!". Chartres pidió a la prensa poner punto final a la "persecución (de Diana) y dejarla descansar en paz". Las calles estaban cerradas alrededor de la ceremonia y la llegada al parque era rigurosamente filtrada por la seguridad. El público se limitaba a aplaudir en nombre de "la princesa de la gente", salvo al príncipe Carlos, que se alejó en absoluto silencio.

Donanfer 



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