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La Enfermedad.
(Alberto Barrera Tyszka)

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Ernesto Durán está seguro de que está enfermo, a pesar de que los estudios médicos muestren lo contrario. Esta sensación de que está enfermo comenzó a padecerla desde que se separó de su esposa y coménzó a vivir sólo, sintiendo todos los síntomas de una rara enfermedad que, según sospecha, puede ser mortal. Su mente, más que su cuerpo, no puede mentirle. No es un caso de simple hipocondría, ya que su obsesión va mucho más allá: tiene la certeza de que sólo hay un médico que puede salvarle. Pero ese médico, el Dr. Miranda, al mismo tiempo se enfrenta a un drama personal: un diagnóstico rotundo e inexpugnable, que señala que su padre, quien lo crió solo desde que murió su madre, cuando era un niño, y al que lo une un lazo fortísimo, tiene cáncer y le queda pocas semanas por vivir.
Mientras Ernesto Durán necesita desesperadamente hablar de su caso, explicar sus dolencias, el Dr. Miranta se siente rehén del silencio, es incapaz de hacer con su padre lo que siempre ha hecho con sus pacientes: decir la verdad. La vivencia de la enfermedad en estas dos personas ocupan posiciones diametralmente opuestas: el médico que sabe hacerca de la vida y de la muerte y no quiere o no pede hablar; y el enfermo ficticio (o hipocondríaco) que sólo sabe que su sufrimiento no le deja vivir.
Todo esto representa la columna vertebral de la novela. Hecha con un lenguaje muy fresco, claro, madura, adulta, reflexiva y refinada, que nos susrra desde la primera página algo que personajes y lectores tenemos que asumir, algo que está en nuestra naturaleza: vivr mata.
Es un libro notable, escrito en un registro inusual en nuestra lengua que mezcla lo profundo con lo veloz, que apela a las emociones pero también a la inteligencia del lector, y se adentra en las formas con que occidente, actualmente le ha dado la espalda a la enfermedad y a la muerte, en un empeño inalienable por construir un ideal de bienestar físico que tiene que ver poco con la realidad de la condición humana. Se entremezclan distintas historias conmovedoras y tiernas, divertidas y trágicas, donde se propone una versión de la existencia que asume su fragilidad, que entiende que la enfermedad no es una vergüenza, y que trata de encontrar en la palabra literaria una posible experiencia de salud. 
El padre del Dr. Miranda está en su lecho de muerte, pero antes de morir, se establece una hermosa conexión padre-hijo. El viejo está conciente que de un momento a otro va a morir. Es esa extraña y terrorífica sensación de morir concientemente: "El silencio es una estaca. Andrés siente que su lengua es una piedra. Pero de pronto entiende que eso es lo único que tienen, lo único compartido que les queda a los dos: las últimas palabras. Esa voz débil, difícil, es el final del cuerpo, el único trozo de vida que todavía tienen, el sonido.
   "¿Cómo son? ¿A qué saben las últimas palabras?
   "Su padre hace un pequeño gesto, estira nuevamente la mano, como si deseara jalarlo, tener a su hijo más cerca. Andrés se dobla, casi acurrucándose a él.
   "-Quiero irme así -murmura su padre-. Oyéndote hablar.
   "Y cierra de nuevo los ojos. Quizás hasta eso sea ahora un dolor. Abrir y cerrar los ojos. Pasar el tiempo también duele.
 
   "Andrés siente entonces que su boca está llena de contezas de árboles. También siente una tristeza tan honda. Está llorando ya sin amarres, sin ninguna contención. La mano de su padre, entre las suyas, es cada vez más liviana. Por qué nos cuesta tanto aceptar que la vida es una casualidad?
   "El viejo Miranda vuelve a abrir los ojos, intenta sonreir y luego lo mira con una frágil ternura.
   -Háblame -repite-. No dejes que me muera en silencio -dice." 
 



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