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Misión De La Universidad
(José Ortega y Gasset)

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Misión de la Universidad es en verdad una extensa conferencia dictada a los alumnos de la Universidad de Madrid a petición de la Federación Universitaria Escolar, el día 9 de octubre de 1930, que habría de tener un fuerte impacto en la vida universitaria en una época donde se gestaban tremendas convulsiones sociales. Es un verdadero regalo de recreación estética y reflexiva sobre el tema universitario, como solía llamarle el filósofo, que cautiva la atención de principio a fin; pero además, el escrito aparece ante nuestros ojos, a pesar de haber sido redactado hace más de 70 años, en un país ubicado en un mundo completamente diferente al actual y en otra realidad, como absolutamente vigente y extrañamente aplicable. La raíz de toda reforma universitaria, menciona el filósofo, está en acertar plenamente con su misión; especificar el motivo de su existencia. Desestima la conveniencia de importar modelos exitosos de universidades de otras sociedades, por la elemental deducción de que la educación es el resultado de su sociedad y la escuela no posee la fuerza creadora histórica que el idealismo le atribuye. Propone no dejar de admirar al prójimo ejemplar, pero a condición de aplicarnos a continuación a resolver nosotros nuestro propio destino. No importa que lleguemos a las mismas conclusiones y fórmulas que otros países, o a otras diferentes. Lo importante es que lleguemos a ellas por nuestro propio pie, tras personal combate con la cuestión sustantiva misma. De manera general se lamenta de que se renuncie a conquistar y alcanzar el saber sin exigirse esfuerzo y sin demandarse sacrificio. Toda usurpación, insiste Ortega, y sobre todo la usurpación del conocimiento no sólo envilece, sino además empobrece y en este caso de manera espiritual y material. Establece una clara diferencia entre las profesiones prácticas y los ejercicios científicos, lamentando que al profesionista intelectual se le de una formación como para científico investigador. Asimismo señala la confusión que se evidencia al imponer sobre el aprendizaje profesional, la exigencia de trabajar en la investigación al mismo tiempo que se le endilga una formación suplementaria en cultura general, sin que se entienda muy bien su función y propósito. Tal cultura general Ortega la considera el residuo, la humilde supervivencia de lo que en la universidad de la Edad Media -la época en la que aquélla fue creada- constituía enteramente la educación superior; pero en aquélla época, lo que hoy llamamos cultura general no era ornato de la mente o disciplina del carácter -según lo consideramos actualmente- sino el sistema de ideas sobre el mundo y la humanidad que el hombre de entonces poseía. Era pues el repertorio de convicciones que habría de dirigir efectivamente la existencia del individuo. La cultura es el sistema vital de las ideas en cada tiempo e importa un comino que esas ideas o convicciones no sean en parte ni en todo, científicas. Cultura no es ciencia. Ortega continúa su alocución, señalando que nos encontramos en la circunstancia de que la universidad contemporánea ha complicado y dificultado enormemente la enseñanza profesional al relegarla al estudio de la investigación científica; asimismo la ha degradado al disminuir casi por completo la enseñanza y transmisión de la cultura. Recapitula que tenemos así, profesionistas incultos, carentes del sistema vital de ideas sobre el mundo y el hombre correspondientes a su tiempo. Un nuevo bárbaro retrasado con respecto a su época; un profesional sabio, pero terriblemente inculto. El siglo XX nos ha dado la peculiarísima brutalidad y la agresiva estupidez con que se comporta un hombre cuando sabe mucho de una cosa e ignora la raíz de todas las demás. El profesionalismo y el especialismo al no estar debidamente compensados han roto en pedazos al hombre y sólo la universidad puede reconstruir con los pedazos dispersos, la unidad vital del hombre. Sin embargo la enseñanza universitaria aparece integrada por tres funciones:transmisión de la cultura, enseñanza de las profesiones y formación de hombres de ciencia, amalgamadas de tal manera que al haberlas fusionado en una sola y la misma cosa, las hace inviables, convirtiéndose en un fracaso, sosteniendo la universidad que genera algo que en realidad no crea. Las conclusiones de Ortega a partir de clarificar la disección precedente, girarán en torno a delimitar la misión primaria de la Universidad de la siguiente forma: 1.- Enseñar a ser un hombre culto y un buen profesional 2.- La Universidad no tolerará farsa alguna y pretenderá del estudiante sólo lo que pueda exigírsele. 3.- Se evitará entonces, que el estudiante pierda el tiempo fingiendo que va a ser un científico, por lo que se eliminará de la estructura universitaria la investigación científica como tal. 4.- Las disciplinas culturales y los estudios profesionales serán ofrecidos en forma pedagógicamente racionalizada -sintética, sistemática y completa- y no como la ciencia lo haría: a través de problemas especiales, a ?trozos?, con ensayos de investigación. 5.- En la elección de un profesor no decidirá el rango que tenga como investigador, sino su talento sintético y sus dotes de profesor. 6.- Reducido el aprendizaje a este minimum en cantidad y calidad, la Universidad será inexorable en sus exigencias al estudiante. Este ascetismo de las pretensiones, esta lealtad con que se reconocen los límites de lo asequible permitirá, así lo cree Ortega, lograr lo fundamental en la vida universitaria que es colocarla en su verdad, en su limitación, en su interna y radical sinceridad.



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