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El Amor Judío De Mussolini
(Donanfer)

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El amor judío de Mussolini 



 Margherita Sarfatti fue una mujer hermosa, culta y apasionada, que dominaba cuatro idiomas y conoció a Benito Mussolini durante sus juveniles luchas marxistas. Alternó con periodistas de la talla de William Randolph Hearst, discutió en el fermentado mundo intelectual y forjó una amistad con el presidente de la Universidad de Columbia, en cuyos archivos se guarda como un tesoro la mayoría de sus cartas y documentos. Se decía entonces que Roma volvía a ser la capital del mundo y que Roosevelt aplicaba las políticas económicas de Mussolini. Millones de oyentes escucharon las exposiciones de Margherita en fluido inglés por la cadena NBC: Italia había superado la anarquía de la guerra, conseguía un rápido crecimiento económico, eliminaba la lucha de clases y había evitado el genocidio que hubieran perpetrado los bolcheviques. La "mano fuerte" del líder convenía a la indisciplina de los italianos. ¡Es socialismo!" El socialismo bueno, inclusivo, esperanzador. Había dejado atrás la imperfecta democracia y las exclusiones comunistas. Margherita y Benito mantuvieron un prolongado romance que fue quebrado cuando el Duce aceptó someterse a las leyes raciales de Hitler. Quedó entre dos fuegos: el odio de los antifascistas y el odio de los fascistas que no le perdonaban su origen judío. Ya era amiga del maestro Petorutti. Su agitada historia acaba de ser narrada con precisión y suspenso por Daniel Gutman en su libro El amor judío de Mussolini, del fascismo Al exilio, editado por Lumière . Mussolini tuvo decenas de amantes, pero Margherita no fue una más: su relación duró décadas y estuvo mechada por polémicas. Esto marcó crecientes diferencias con Margherita. Además, el Duce empezó a elegir amantes cada vez más jóvenes. Margherita publicó varios libros, muchos dedicados al arte. Fue la autora de la primera biografía oficial del Duce - Dux -, que se tradujo a dieciocho idiomas, agotó innumerables ediciones y le dio fama universal. A Margherita la llamaron "zarina del arte". Ante ella se inclinaban, reverentes, funcionarios y diplomáticos. Coleccionaba obras de vanguardia de muchos autores condenados después por el nazifascismo. Como dijimos, había conocido a Mussolini en la juventud, cuando éste, en Milán, editaba el periódico socialista Avanti! Ella era una deslumbrante pelirroja, miembro de una aristocrática familia judía radicada en Venecia desde hacía centurias. Esto impresionó al hijo de herrero, muy histriónico, pero poco esclarecido. Escuchó con embeleso relatos, descripciones y teorías acumuladas en la mente de esta mujer refinada. Más adelante, en su camino al exilio, Margherita volvió a encontrarse con una vieja conocida, Alma Mahler, quien huía de Austria con su nuevo esposo, el poeta judío Franz Werfel. Era frecuentada por Jean Cocteau y otros personajes ilustres. Dio numerosas conferencias en el Louvre en perfecto francés; su erudición era asombrosa. "Mis libros en Italia ahora no son leídos. Margherita advirtió algo que antes no había querido ver: su cínico oportunismo. Antes de expulsarla, el Duce había vuelto a pedir la ayuda de Margherita para mejorar su perfil internacional, deteriorado por su invasión de Etiopía. Pero en mayo de 1936, frente a una multitud extasiada, anunció el nacimiento del imperio fascista. La Sociedad de Naciones le aplicó sanciones. No obstante, Estados Unidos se negó a cumplirlas en su totalidad por ruegos de Margherita al presidente Roosevelt. Ella todavía conservaba la esperanza de impedir que Mussolini siguiera a Hitler. De haberlo logrado, Italia no habría participado de la Segunda Guerra Mundial, esquivándola como el astuto Franco. En Montevideo la esperaba su hijo Amedeo, también expulsado de Italia. El periódico Marcha quiso extraerle secretos, pero Margherita Sarfatti replicó que venía a estudiar el arte precolombino. El periodista describió su rostro marcado por los embates del tiempo: de su pasada belleza triunfante e irresistibleaún quedaba la mirada femenina y alegre de sus grandes ojos verdosos. Sólo atinó a balbucear: "Europa... Otro diario tituló: "Margherita Sarfatti, el gran amor del Duce, vive desterrada en Montevideo". Escribió a Emilio Petorutti, que había frecuentado el salón de Margherita en Milán y en ese momento dirigía el Museo de Bellas Artes de La Plata. Mussolini la atendió cortésmente, pero al despedirla en la puerta, la espantó con esta frase: ¡Le donne, per parire! (Las mujeres, para parir). Victoria no olvidaba. Su revista Sur tomó partido en favor de Gran Bretaña y Francia: "Permanecer neutrales ante su suerte es permanecer neutrales ante nuestra propia suerte". Victoria Ocampo, junto con Natalio Botana, fundó en 1940 la Acción Antifascista. La presencia de Margherita Sarfatti en el exilio desconcertaba. Los judíos italianos la esquivaron. Pero Victoria Ocampo, fiel a su estilo rebelde, tuvo el coraje de extenderle un consuelo. Victoria, al presentarla, evocó que Margherita Sarfatti escribía artículos anónimos desde los catorce años en diarios socialistas y recordó su campaña en favor de las libertades, en 1914. Evocó su primer libro, La milicia femenina, en Francia, sus cursos en italiano, francés, inglés y alemán, sus actuaciones en las universidades de Berlín, Colonia, Amsterdam, Grenoble, Columbia, y su devoción por el arte italiano. Margherita siguió el dramático curso de la guerra y celebró la victoria aliada. Pero prefirió concentrarse en sus caudalosos conocimientos artísticos y marginarse de la política hasta su muerte, en Italia, en 1961. Esta biografía la ha resucitado en su fascinante atractivo y complejidad

. Donanfer



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