La Señorita Julia
(August Strindberg)
Logrando una intensa atmósfera, en puro lenguaje teatral, Strindberg (que tituló su autobiografía El hijo de la criada, obsesionado con el origen de su madre, casada con un pequeño burgués) expone la fugaz ilusión (significativamente situada en una noche de San Juan) de entendimiento al menos sexual entre dos miembros de clases separadas: la dueña de la casa, la aristocrática señorita Julia, y el atractivo y fiel criado Juan.
En las cocinas donde Juan pasa el día en compañía de su novia y también criada Cristina, la señorita Julia se presenta tratando de continuar la fiesta de criados en la que se ha mezclado, después de rehúsar ir con su padre el conde a visitar a la familia. Al parecer, la dama viene de un escandaloso y frustrado noviazgo y está fuertemente encaprichada del atractrivo Juan. Dama y criado, después de conversaciones sobre los orígenes de ambos, se acuestan en la habitación de Juan y planean escapar a Suiza y hacerse dueños de un hotel que les dé de vivir, porque ella insiste en que no puede quedarse allí como querida de un criado.
Entre dudas y urgencias eróticas, Julia parece carecer de capacidad de decisión y se encomienda a la voluntad de Juan, que acepta su plan y le ordena preparar la maleta y conseguir algo de dinero para los inicios de su nueva vida. Para no cargar con el canario que Julia se ha empeñado a llevar con el equipaje, Juan lo mata y entonces Julia cambia de actitud. Además, el regreso a escena de Cristina acaba por darles conciencia de la imposibilidad y ridiculez de su plan. Por si fuera poco, el regreso del conde hace que Juan abandone su orgullo de individuo libre y regrese a sus poses de servil criado. Desquiciada y aún magnetizada por Juan, Julia sale de escena en el último instante de la obra para cumplir la orden que éste acaba de darle: cortarse el cuello.
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