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Gala, Amada Y Odiada Musa
(Donanfer)

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Gala, amada y odiada musa
 
Veinticinco años después de su muerte, un halo de misterio sigue envolviendo la figura de esta enigmática mujer, cuyo verdadero nombre era Elena Ivanovna Diakonova. Gala siempre ha cargado con no pocos sambenitos a cuestas: bruja, manipuladora, egoísta, posesiva, devoradora de hombres, mujer sin escrúpulos... Incluso se ha dicho que fue ella la verdadera «Avida Dollars» (juego de letras ideado por Breton con el nombre de Salvador Dalí que alude a su amor por el dinero). Pero el nombre de Gala ha pasado a la historia indisociablemente unido al de Dalí. Se conocen en 1929. En abril de ese año, en París, un galerista presenta a Dalí y Éluard. En verano, éste y su mujer son invitados a Cadaqués por el pintor, junto a un grupo en el que también estaban René Magritte y Luis Buñuel, entre otros. A los pocos días de conocerse le dice Gala a Dalí: «Ya no nos separaremos nunca». En 1934 se casaron por lo civil y en 1958, muerto Éluard, tuvo lugar la ceremonia religiosa en el santuario de Els Àngels, cerca de Gerona. Diez años después, Dalí le compra a su musa un castillo en Púbol, donde Gala pasa cortas temporadas veraniegas y donde recibe a sus amantes. Curiosamente, Dalí no podía acceder al castillo sin un permiso por escrito de su esposa...... Gala murió en 1982 en Portlligat -nunca le gustó aquella casa; cuyos armarios tapizó de fotos, postales y recortes-, aunque está enterrada en Púbol (junto a su tumba hay otra vacía destinada a Dalí, pero él reposa en Figueras). Hoy ese castillo, donde Dalí lloró su muerte, es una casa-museo. Hasta el 31 de diciembre puede verse allí la exposición «Gala Álbum», un recorrido visual por la biografía de esta mujer a través de sesenta y siete fotografías -algunas inéditas-, firmadas por las mejores cámaras del siglo XX: Gyenes, Man Ray, Brassaï, Cecil Beaton, Halsman o Buñuel. Montse Aguer, directora del Centro de Estudios Dalinianos de la Fundación Gala-Dalí, recuerda que si para los surrealistas Gala fue la encarnación de la mujer, Dalí la mitificó: «Ha construido todo el éxito de mi vida». Fue, dice Aguer, un rompecabezas, en el que encajan muchas Galas: la mujer culta, la arisca y antipática (exasperaba a Buñuel), la independiente, la vulnerable, que busca la eterna juventud; la marchante, la Gala con intuición de médium (le interesaban la videncia, el tarot, el juego)... Una de las personas que ha buceado en la apasionante vida de esta fascinante mujer es Estrella de Diego, que en 2003 publicó el ensayo «Querida Gala. Las vidas ocultas de Gala Dalí». Óscar Tusquets hace de ella un retrato nada condescendiente en «Dalí y otros amigos»: desvela sus excesos sexuales -llegó a sacar moldes del sexo de los surrealistas-, su interés por los jovencitos («Traigo estos ángeles para Gala», oyó que decían en cierta ocasión), su obsesión por convertir a Dalí en el pintor más importante del siglo. A pesar de su rostro frío y arrogante -«su mirada penetrante era capaz de atravesar paredes»-, dicen que era irresistiblemente seductora. «Ella vivía para olvidar», dijo Éluard. Dalí la pintó como «Leda atómica», «Galarina», «La Madonna de Portlligat» o «Galatea en las esferas». «No me he vuelto loco porque ella ha asumido mi locura -confiesa Dalí-. La irrupción de Gala (Helena Devulina Diakanoff) en la vida de Salvador Dalí será fundamental, tanto en su vida como en su obra. Tal es así que pasó a firmar sus obras como Gala-Dalí. Ella encarnaba la figura de la mujer de sus sueños infantiles. La curva de la espalda, por el contrario, era extremadamente femenina y unía con gracia el torso enérgico y altivo a las finas nalgas que su talle de avispa hacía todavía más deseable", apuntó Dalí. Cada vez que quería hablar con ella le acometía un ataque de risa y apenas ella se daba vuelta Dalí se retorcía de risa revolcándosepor el suelo. Durante un paseo por el cabo de Creus, en el recodo de una cala, en Es Cayals, Dalí declaró su amor a Gala, quien poseía un encanto fascinante mezclado con una seguridad que no había dejado de impresionar al joven pintor. Dalí nos abre la puerta histórica y freudiana de este incipiente amor en la siguiente frase: "Elle sería mi Gradiva (la que avanza), mi diosa de la Victoria, mi mujer. Para ello era necesario que me curase. Dalí, temblando, preguntó a Gala: "¿Qué-quie-res-que-ha-ga?". Y Gala le respondió con el rostro transformado, duro y tiránico: "¡Quiero que me mates!". Pero como estaba previsto, Gala era la más fuerte. "Gala me liberó de mi crimen y me curó de mi locura. ¡Gracias! ¡Quiero amarte! Te desposaré. Dalí decía: "Gala me ha dado, en el verdadero sentido de la palabra, la estructura que faltaba en mi vida. Ciñéndome a Gala he encontrado una columna vertebral y, haciendo el amor con ella, he rellenado mi piel. Firmando mis cuadros como Gala-Dalí, no hago más que dar nombre a una verdad existencial, porque no existiría sin mi gemela Gala". La mayor catástrofe que podía abatirse sobre Dalí ocurrió el 10 de junio de 1992, cuando a los ochenta y nueve años muere su Gala, abandonándolo a la soledad.
 
Donanfer



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