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El Raskolnikov De Hoffmann
(Holylamb)

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(HOFFMANN, E. T. A. Los elíxires del Diablo, Madrid, Hesperus, 1995) Hombre multifacético, E. T. A. Hoffmann (1776-1822) descolló en los campos de la música y la literatura. Su faceta de literato ha sido, sin embargo, la que se ha encargado de consolidar el nombre de Hoffmann en las páginas de la historia. En honor a la verdad, puede ser mucho más deseable leer Los Elíxires del Diablo o El Hombre de Arena que escuchar algunas de las piezas que, en calidad de compositor, el genio alemán produjo. De acuerdo con muchos tratadistas, es en Los Elíxires del Diablo donde la maestría de Hoffmann para la narración alcanza la cumbre. En efecto, tanta ha sido la admiración causada por esta obra a lo largo del tiempo, que se le ha llegado a equiparar con Crimen y Castigo, de Dostoyevski. Puede ser que la comparación no raye en la exageración. Lo que de inmediato diferencia a ambas novelas es el ambiente espectral, claramente gótico que permea a Los Elíxires del Diablo, publicada en dos partes entre 1815 y 1816, cuando el apogeo de la novela gótica comenzaba a menguar. Si pueden establecerse semejanzas entre Los Elíxires del Diablo y Crimen y Castigo, es en razón de que en ambas obras aparece un antihéroe que delinque con fines particulares, y que a la postre ha de sufrir de un severo Castigo en el que la justicia humana apenas ha tenido que ver. La escalofriante historia del monje Medardo se diferencia de la del nihilista Raskolnikov en que, al contrario de éste, aquél apela a fuerzas sobrenaturales en orden a lograr sus objetivos. Un pacto con el Diablo hará de Medardo un extraño en cualquier tierra extraña. El monje vagará de región en región, y no tardará en darse cuenta de que su individualidad ?física y mental? debe ser puesta en entredicho. El manejo que hace Hoffmann de un fenómeno tan peculiar como el desdoblamiento del yo, es lisa y llanamente perfecto, a grado tal que el lector tiene que repetirse, a cada instante, una pregunta: ¿es Medardo un paranoico o, en efecto, un sobrenatural doble suyo anda por ahí, a la caza de víctimas de sus infamias? La acción de la novela es trepidante. En ella se describen las correrías de un hombre que, en apariencia, tiene una sombra con voluntad propia. Un hombre que llega a ser acusado de delitos gravísimos y, a la hora de verse ante la justicia, debe recurrir a cualquier cantidad de mentiras en orden a salvarse. Pero ¿será posible que se salve de castigos humanos? Probablemente. Lo cierto es que, en el plano metafísico o mental, no parece haber posibilidad de expiación, pues Los Elíxires del Diablo no es sino una parábola de la lucha que los mortales podemos sostener contra las fuerzas oscuras que habitan en nosotros mismos. Las andanzas de Medardo dejan de ser las de un hombre común para tornarse en un desesperado escape de fuerzas ultraterrenas, malignas, a las que no es erróneo achacarles ?por paradójico que parezca? un origen interior, pues yacen en el alma misma. Tal es la premisa de esta excepcional obra: desde su nacimiento, el hombre se encuentra asediado por fuerzas malignas de las que ni aun la fe podría sustraerlo en un momento dado. Si es locura lo que aqueja a Medardo, Hoffmann no hizo más que documentar un caso ficticio de esquizofrenia; sin embargo, desde el punto de vista fantástico y aun moral, Los Elíxires del Diablo detalla el destino de un hombre que logró descubrir y desatar las fuerzas oscuras ocultas dentro de sí mismo. Una cuestión así no puede ser explicada del todo racionalmente, de ahí que, cuando Medardo debe comparecer ante un Juez, no tenga más remedio que improvisar con tal de no pasar ante aquél como un loco. De hecho, el proceso a que Medardo es sometido es célebre en la historia de las letras por el dilema que en él se presenta: ¿cómo puede un hombre defenderse mediante argumentos que nunca convencerían a quienes sólo confían en la ley? Ágil, entretenida y, al mismo tiempo, tan compleja como lo mejor de Dostoyevski o de Kafka, Los Elíxires del Diablo es una de esas raras novelas que se granjean la devoción de las generaciones.



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