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La Atlantida Parte 1
(BOLIVAR LOPEZ PANTOJA)

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LA ATLANTIDA PARTE 1 Un imperio se aprestaba a conquistar el mundo. Su gran desarrollo tecnológico le permitía avizorar el futuro con entera confianza, pues los elementos disponibles para esa ambiciosa empresa eran infinitamente superiores a las de cualquier otras nación del mundo. Sus naves voladoras recorrían las distancias planetarias en un corto espacio de tiempo y los planes para el viaje a las estrellas estaban sumamente avanzados. Socialmente, su régimen autocrático había logrado distribuir los bienes y riqueza en la forma más justa posible, por lo que la paz y prosperidad eran la norma general en ese vasto continente isla. Sus tierras eran fértiles en un 100% y cultivadas en su totalidad, convertían a esta gigantesca isla en un vergel muy deleitable. Sus habitantes, felices y prósperos disfrutaban plenamente de la existencia. Al decir de los entendidos, las islas Canarias y Azores son el remanente del vasto continente sumergido en uno de los cataclismos periódicos que soporta este planeta. Los científicos atlantes sabían en que estado de desarrollo se encontraban innumerables planetas de la Vía Láctea; por ejemplo en la constelación de ?Cáncer? sabían que había vida orgánica animal; otro planeta de una joven estrella de la nebulosa de ?Orión? ostentaba una pródiga vegetación gigantesca de color naranja. En cambio, en el cúmulo abierto de las ?Pléyades?, joven cúmulo de 60 millones de años de edad, - muy joven para nuestro entender ? habían dos planetas habitados por seres inteligentes: el uno por seres pequeños de 1 metro aproximadamente procedentes de la tierra ¡!¡! - ¿Existió otra humanidad?- y el otro por seres humanos como nosotros - ¡ pero gigantes ¡ Según un texto antiquísimo escrito en la India milenaria y salvado milagrosamente de la destrucción por las hordas del emperador romano Julio Cesar en la biblioteca de Alejandría, los continentes de los planetas de las Pléyades son muy parecidas a los de la Tierra y este hecho nos maravilla y sorprende; también con admiración y respeto por la infinita sabiduría del arquitecto Supremo, pues a nuestro entender es imposible una evolución tan rápida en planetas pertenecientes a estrellas que cósmicamente apenas acaban de nacer. Necesario es recordar que la Tierra, según los científicos conocedores de este tema, tiene una edad aproximada de cuatro mil quinientos millones de años. Compárese esta edad con la del joven cúmulo abierto y notaremos que un abismo de tiempo evolutivo y dinámico separa a la Tierra de los pretendidos continentes de las Pléyades. El sabio griego Solòn y otros destacados científicos enfáticamente manifiestan en sus renombrados escritos que una costumbre muy arraigada en la población era la corrida de toros. Para ello se habrían construido innumerables coliseos donde mujeres hermosas y valerosas lucían sus habilidades en el difícil y riesgoso arte de la tauromaquia. Esta costumbre fuè emulada con entusiasmo por los habitantes de la isla de Creta que igualmente asimilaron otros hábitos de los habitantes del cercano continente de la Atlántida. Por esta causa, muchos investigadores manifiestan que es la isla de Creta la que reúne todas las condiciones físicas y sociales para identificarse plenamente con el discutido y hundido súper continente. Los emperadores y sabios conocían muy bien que se avecinaba una hecatombe apocalíptica sobre esta armoniosa y vasta región, pero confiados en su poderío desecharon y olvidaron esos avisos premonitorios, siendo sorprendidos por el cataclismo sin ninguna prevención ni defensas posibles. Antes de este suceso catastrófico se había planeado construir naves gigantes interplanetarias con el fin de salvar a la mayor cantidad posible de personas, pero todo había quedado únicamente en proyectos irrealizables. Sin embargo, las crónicas del autor hindú describen que un emperador muy preocupado por el incierto futuro, seguido de un gigantesco séquito, viajó al sur de África, salvándose milagrosamente de morir en esa monumental tragedia. Lo curioso del caso y lo que llama a profunda reflexión es que en esa región del África se mantienen vivas las tradiciones del continente desaparecido y aún la piel cobriza de sus habitantes atestiguan claramente que pertenecen a razas diferentes de las autóctonas africanas. En una luminosa tarde, plena de sol y alegría, una famosa artista de la tauromaquia se aprestaba a realizar una inolvidable faena en un coliseo de la capital del imperio. De repente un movimiento sísmico de 6 o 7 grados en la escala de Ritcher paralizó y enmudeció a la multitud concentrada en el local. El silbido de un viento helado, simultáneo con un nuevo movimiento terráqueo aterrorizó a la multitud que despavorida abandonó el caso taurino y buscó refugio en el sólido palacio imperial. ¡Era demasiado tarde! Como un castillo de naipes, el edificio se encogió y derrumbó estrepitosamente, sepultando a la multitud refugiada en su interior. Entretanto, el mar embravecido arrasaba las costas y penetraba violentamente en el interior del continente, la tierra seguía vibrando intensamente y el cielo se descolgaba en una tempestad interminable. Dos días y dos noches duró este aterrador acontecimiento al tercer día el mar aparecía sereno como una gran laguna, pero el vasto continente había desaparecido. Como un insignificante y minúsculo pedazo de tierra, lentamente descendió a través de las diferentes capas liquidas oceánicas hasta asentarse lentamente en el fondo del océano Atlántico. La Atlántida había desaparecido para siempre con sus seres orgullosos, esforzados, ambiciosos y desafiantes. Asì lo había decretado el Poder Supremo!



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