Soliloquios De Un Hombre En Soledad
(Samuel Akinin)
Soliloquios en soledad Pareciera que los días se estuviesen presentado en concordancia con nuestro estado anímico, hay momentos en que al mirar a través de la ventana logro ver, algo mas que otros días, hay instantes que nos renuevan la energía que sabemos desgastamos por los impedimentos con los que tenemos que luchar. Y es que desde que el mundo es mundo, nada se nos da fácil. Aprendemos desde el comienzo, que para caminar debemos esforzarnos y así es en todo, seguramente la explicación la podríamos encontrar luego de la experiencia vivida que todo lo que se nos da fácilmente no es apreciado. Cuanto no daría por descubrir, por reconocer de antemano las bonanzas, por entender a la gente en el buen sentido de la palabra, cuanto no daría para saber sobre la verdad verdadera. Sobre las buenas o malas intenciones, sobre los auténticos sentimientos del prójimo. Pero de nuevo nos desplomamos en la misma teoría, hay que caerse para aprender a caminar. Hay que llorar para poder hablar, hay que temer, para poder amar, hay que amar para poder vivir. Y sobre todo hay que vivir para entender por que y a que se debe amar. Es como lo que nos rodea un circulo que al final se va cerrando que nos demuestra que la explicación forma parte de la misma pregunta y la pregunta en si es toda la explicación, queremos saber lo que sabemos, y solemos dudar lo que nos consta. Cuando llevamos estas interrogantes al plano del amor, de la amistad, la confraternidad, fácilmente descubrimos que nuestros instintos primarios difícilmente se equivocan, que lo que nuestros sentidos absorben por una primera vez, en la mayoría de los casos es la pura realidad. Pero son tantos los miedos, tantas, las dudas con las que no han alimentado de niños que no podemos dar por aceptado lo que suponemos, lo que vemos y que de alguna manera nuestros órganos palpan, nos hemos acostumbrados a aceptar cuando el medio que nos rodea nos lo hace ver, nos lo pone fácil, nos lo indica, o en el peor de los casos cuando nos lo impone. Que hermoso es apreciar y descubrir como se abren los pétalos de una flor, como ellos buscan incansablemente la luz del sol para completar su ciclo, su alimento, su razón de vida, que hermoso es ver en el desierto como unas cuantas gotas de agua lo pueden convertir por un tiempo en un jardín lleno de vida, de color, como un árbol que ha sido tallado casi desde su base, cuando lo supusimos muerto, al tiempo retoña con nuevas y estimuladas ramas, como en un renacer. Así también somos los seres humanos, que nos hemos acostumbrado a no tomar en cuenta si fuimos o no mimados en nuestros comienzos, si conocimos o no el amor hasta edad avanzada, si sabíamos o creíamos conocer, cosas que luego descubrimos como nuevas, si ante un nuevo estilo una nueva figura, podemos en contra de nuestros gustos enamorarnos, amar, sentir, o apreciar. La vida es un acto repetitivo que por siglos nos lo demuestra la naturaleza, si cuidamos, vive, si olvidamos, muere, si mimamos, quiere, si dejamos, olvida, duerme. Quisiera elevar plegarias para que mi mente pueda ver lo que no he visto, mi boca diga lo no dicho, mis ojos vean con bondad, la claridad que expresa una mañana como esta en la que una luz en la ventana vino a saludarme a darme los buenos días y a romper el maléfico practicar de un vivir lleno de rutina, tranquilidad y falta de aspiraciones. Vida, te amo,
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