Resumo de Un Cuento Infinito

El profesor entró sonriente, saludando a todo el mundo, como quien va de paseo y se sentó pacientemente a observarnos. No dijo nada por diez minutos hasta que todos comprendieron que nos estaba esperando. Por supuesto, el silencio llegó y fue tan breve que si él no se hubiera resuelto en ese momento hubiera perdido todo nuestro respeto.

Se llamaba Guillermo, venía del Rosario y era su primer día como profesor. Tendría unos veinticuatro o veinticinco años. Usaba jeans desteñidos, una camiseta de cualquier color y unos tenis convers originales. Fumaba antes de cada clase, lo que no le estaba permitido sino a él, entre todos los profesores. Hablaba de cualquier cosa con una propiedad y un arte que resultaba inútil cualquier forma de rebelión.

-Profesor ¿usted cree en Dios?- Le pregunté para medirlo no más. Era una pregunta de rutina, que yo le hacía a todos los profesores, a quemarropa, así estuvieran hablando de las partes de la célula. Los idiotas que ténía por compañeros comprendieron poco a poco la importancia de la pregunta, que nos revelaba nada menos que la índole filosófica del profesor. Nos servía para separar a los buenos de los malos, a los sabios de los charlatanes. -En absoluto- Me respondió, y siguió dando su clase como si nada.

A Alex le gusta presumir. Se hace el inteligente con los profesores y nos hace quedar como unos idiotas. Si supiera que el idiota es él. Pero a mí no me importa. En realidad me importan muy pocas cosas. Por mí se puede coger de parche a todos los profesores. Desde que me dejen tranquila...

Las manos me huelen a Carolina. Toda mi mente y mi corazón están en ella. Escribir quisiera todas las sensaciones. Olvidarme de todas las cosas y dejarla plasmada para siempre en esta hoja.

No me digan que Daniel no está enamorado. Pero ¿qué es estar enamorado? Verlo todo al revés. Verlo todo como no es. Mírelo: ahí está dibujando mamarrachos en el cuaderno. Escribiendo poemitas cursis para dedicárselos a Carolina. Para saber que en tres meses estará delirando por cualquier otra.

Mirando la clase así, de lejos, yo creo que cada cual está en un cuento diferente. Miren al profesor: habla y habla pero no mira a nadie. Mira al techo o a la pared como si estuviera dando la clase para ellos. Por ahí Santiago le pone atención... y Alex, por supuesto, pero sólo para sabotearlo. Por lo demás, creo que es una gran pérdida de tiempo tenernos aquí encerrados.

Manuelita es una excelente muchacha. Inteligente, muy observadora, dueña de un poder de persuación increíble... pero, señora Inés, se nos está rebelando. Y usted sabe que en estos casos es mejor prevenir que lamentar. Así que, si no cambia de actitud en lo que queda del período, mejor será que busque cupo en otro colegio.

Bueno, padre, voy a hablar con ella. Pero si puedo, se la mando para que le de un consejito. Esa niña es muy voluntariosa y en el colegio ya me dieron un ultimátum. O se mejora la muchachita o la sacan del colegio. Y usted sabe, padre, que no tenemos cómo pagarle uno mejor.

Andrés quedó fatigado. Nunca se había puesto a pensar en su vida de colegio. Se le ocurrió que podía escribirlo todo, solamente con un poco de paciencia y dedicación. Poco a poco se le iban revelando los personajes y las situaciones en toda su complejidad. Borró todas las líneas que había escrito, se acomodó en su asiento, y empezó de la siguiente forma:

Infinito es el círculo de nuestras relaciones azarosas. Infinita la vida, infinito el mar. Infinito es este cuento delirante: esta realidad. Infinitas son las letras que nos cuentan y las lágrimas que lloran. Infinito es este cuento que he de terminar antes de que me alcance. Este cuento, mi querido amigo, que acabamos de iniciar.

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