El Olvido Que Seremos
(Héctor Abad Faciolince)
Conocí a Héctor Abad cuando su primera obra, Asuntos de un hidalgo disoluto, estaba en la editorial lista para ser publicada. Mi misión era colaborar con la divulgación del nuevo libro y lograr que la mayor parte del público colombiano aficionado a lectura supiera de su aperición. Si en aquel momento hubiera podido vislumbrar lo que se gestaba en el corazón de ese joven autor, no sé a qué habría apelado para decirle al mundo "miren, aquí viene uno de los grandes". También recuerdo que en aquel momento se comentaba muy entre corrillos que el joven autor era el hijo de Héctor Abad Gómez, el hijo de un líder colombiano brutalmente asesinado unos cinco o seis años atrás. Muy curioso, todos susurrabamos cuando hablábamos del tema y hoy, al leer El olvido que seremos comprendo que Héctor Abad más bien huebiese agradecido que en ese momento gritaramos, con todas las fuerzas quién era su padre.
Si me preguntaran cuál sería la palabra con la que definiría esta obra diría que vida, con mayúscula y con toda la intensidad. Eso es El olvido que seremos, un mar de vida, de dolor, de amor, de esperanza, de incertidumbre, de inocencia y de grandeza. Es la memoria viva de un país cuya historia está llena de conjeturas, de estrategias, de suposiones y de verdades a medias. Mediante la crónica apasionante y apasionada todos sentimos añoranza; lo más íntimo y cotidiano nos sirve de balanza para sopesar las extremas y absurdas posturas, y confirmamos con dolor, con el mismo dolor de Héctor Abad, que la guerra que verdaderamente hemos perdido es la de la tolerancia, la del respeto y la del reconociemiento del otro. Nos descubrimos como las marionetas de los nefastos dueños del poder que han hecho de los extremos su mayor aliado y que han utilizado al lumpen y a la escoria para mover sus hilos.
El olvido que seremos es el libro más vendido este año en Colombia. Quizá porque todos queremos que a nadie se le olvide quiénes somos realmente, cuánto valor y nobleza hay muchos de los que se han ido y cómo esta dulce y conmovedora protesta deber ser la única arma que se empuñe.
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