Resumo de 10ª Entrega De Luz Pura

ENTREGA 10ª ...Al día siguiente tenía que estar allí a las nueve con el material que le había enviado su amigo, por lo que Alí decidió pasar a fumar una pipa de agua con los amigos del lugar.
Durrel, se duchó, cenó y se fue a dormir. Entre las sábanas pensaba en las cosas que había hablado con Alí. Le resultaba curioso que de la prehistoria se hubiera pasado a unas ideas tan sofisticadas como las de Hermes Trismejisto. Indudablemente faltaban mas piezas en el rompecabezas de la historia, seguramente esas piezas estuvieran enterradas en los enormes desiertos que pueblan el planeta y otras informaciones se perderían en la destrucción de la biblioteca de Alejandría. Captó su atención el desajustado sonido de una motocicleta. Se levantó de un salto y se asomó tras los cristales, las ramas del árbol que estaba enfrente de la delegación de la revista le impidió ver Al piloto pero la puerta quedaba justo a la vista. Esperó y en aquel momento se fundió la bombilla de la farola con lo cual no vio a su magnético piloto. No pudo evitar sentir el suceso como algo divertido, le parecía una chiquillada pero sentía enormes deseos de ver al tipo de las fotografías. Se volvió a la cama con un sentimiento de alegría porque al menos, había oído aquellos firmes pasos que tanto había añorado desde la distancia. El viento hacía que la luz de la luna bailara sobre las hojas de las macetas que había en su balcón.
Sonó un timbre que la hizo despertar. Era el reloj. Se vistió y decidió bajar a desayunar a la cafetería. Entró y no había nadie. Pidió una tostada y un café. Mientras se lo preparaban sacó un plano de la ciudad con objeto de situar el lugar al que debían de ir. Entró alguien con chilaba y tocado árabe y dio los buenos días en el idioma del país.
Ella levantó los ojos del plano y se quedó estupefacta cuando reconoció en aquellos grandes ojos a la persona que había hecho nacer en ella los más extraños y contradictorios sentimientos. Él se dirigió al mostrador y pidió al camarero su consumición. Sintió como la mirada del recién llegado se posaba en ella y también como se acercaba a su mesa parándose para recoger algo del suelo.
- Perdone, ¿es suyo este prendedor? - En su mano mostraba un prendedor de pelo en metal dorado con forma de letra árabe y engarzando piedras semipreciosas de diferentes colores.
- No, no es mío - respondió ella mirando el objeto y turbada por la emoción que le producía hablar con él por primera vez, o tal vez por lo inesperado de la situación-.
- Si quiere quédeselo -contestó él- le quedará bien -a ella le gustó aquella sonrisa que lucía entre una rizada barba y comunicaba franqueza y simpatía-.
Lo aceptó dándole las gracias. Y sin haber salido del asombro que le había producido aquel suceso. En el tiempo que no le había visto se habían producido en él algunos cambios. Algunos kilos más pero no muchos y algo menos de pelo aunque no mucho menos. Pero también le pareció observar que el se encontraba algo mas reconciliado con la vida o al menos eso le gustó pensar.
- Camarote número 15, de eso me resultaba familiar su cara y después nos encontramos en muchos otros momentos el Cairo. Yo viajaba con mi hermana, ¿no me recuerda?
- Sí, desde luego que si les recuerdo.
Llegó Alí y ella se encontraba muy contenta. Aquello lo sintió como un acontecimiento importante en su vida.
Llegaron al pequeño cementerio y estuvieron recorriendo los lugares que eran más adecuados para el experimento de campo que debían de hacer. Por la noche resultó una sesión de lo más infructuosa. Alí tenía que volver al Cairo. Durante esos días ella continuó con el estudio de los legajos. A determinada hora aparecía la motocicleta en cuestión que ya identificaba por su desajustado sonido. Las emociones de sentirse acompañada seguían ahí. Ya era como un clásico en su vida, hacía un descanso en su trabajo de búsqueda de datos cuando el familiar sonido aparecía en el paisaje.
Aquella noche estaba en la terraza con sus papeles. El sonido de la moto la sacó de su lectura. Oyó abrir y cerrar la puerta del local de la revista. Escuchó una tosecilla que intentaba captar su atención pero continuó leyendo. Los pasos se alejaron y oyó como se abría la puerta de la sede de la revista, levantó la vista y le vio que entraba con una botella en la mano. Decidió descansar y se dejo caer sobre una cómoda butaca. Cerró los ojos y oyó que alguien salía y chistaba. Decidió no hacer caso. Lo siguiente que escuchó fue ?¡tonta, tonta!?, le pareció su voz. Pero ella no movió ni un solo músculo. Sentía que el ...

CONTINUARÁ...

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