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Final Del Juego
(Julio Cortázar)

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Un total de 18 relatos breves, distribuidos en tres bloques componen este libro de 1956 en el que Cortázar profundiza en el camino iniciado en el Bestiario: la confusión de lo cotidiano y lo fantástico, desde inquietar con narraciones que simplemente recrean la infancia hasta sugerir comunicaciones accidentales de espacios y tiempos paralelos, o cuentos de terror en los que lo que ataca no son monstruos sin obsesiones e ideas absurdas de todo tipo.
 En algunos de ellos, como en el popular Axolotl, la obsesión es difícil y casi imposible de narrar con otras palabras que con las que usa el autor, pues casi el cuento está en la estrategia narrativa (una característica sin duda muy borgiana): un hombre se aficiona a visitar en el acuario de París a unas larvas de anfibio de habitat mejicano llamadas axolotl o ajolotes, hasta que él se convierte en un ajolote al que va a visitar el hombre que era él: Entonces mi cara se apartó y yo comprendí. Lo que era su obsesión es ahora un axolotl.
 Otros de estos cuentos hablan de deslizamientos que ponen en contacto dos realidades paralelas. En La noche boca arriba, un motorista accidentado, mientras es intervenido en el quirófano, cree que sueña e incluso que es un indígena moteca a punto de ser sacrificado por sus rivales aztecas, ¿o es que un indígena moteca a punto de ser sacrificado se ha puesto a soñar con ciudades de cemento y viajes sobre extraños aparatos rugientes? En el fugaz relato Continuidad de los parques, el protagonista está a punto de sufrir la misma suerte que el protagonista de la novela que está leyendo, a quien el amante de su mujer va a asesinar mientras lee una novela en el mismo lugar, postura y circunstancias que él. En Sobremesa, el deslizamiento es temporal: cuando alguien escribe una carta invitando a unos amigos a una reunión en su casa, recibe la carta de uno de los que van a ser invitados pidiendo explicaciones por un incidente que ocurrió en la sobremesa de esa reunión, que para él ya ha tenido lugar.
 En Después del almuerzo, ¿es un hermano monstruoso o una pura obsesión lo que el ni o protagonista debe llevar de paseo por Buenos Aires, por mandato de sus papás? Sólo conoceremos lo mal que le sienta hacerlo y cuánto hace por librarse de él. En La puerta condenada, el elemento extra o es un llanto infantil que parece salir detrás de la puerta condenada de la habitación de un hotel; lo malo es que al otro lado de esa puerta se oye el mismo llanto que también parece venir de la puerta. En No se culpe a nadie, el protagonista relata el acto de intentar colocarse un pulover y su sensación de que otras manos salen de las mangas y tratan de atacarle hasta llevarle al suicidio. Otras historias parecen una mera recreación costumbrista de tipos argentinos (el boxeador sonado de Torito) o recreaciones de la infancia del autor (Los venenos, Final del juego), pero incluso en éstas el clima obsesivo parece distorsionar las más simples realidades.
 Forman también parte del volumen: El río, Las ménades, El ídolo de las Cícladas, Una flor amarilla, La banda, Los amigos, El móvil y Relato con un fondo de agua.



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