Las Pequeñas Cosas De La Vida
(Javier Diez)
¿Por qué será que muchos de nosotros actuamos como si las cosas simples de la vida estuviesen garantizadas? ¿Es porque estamos tan obsesionados por el dinero y las cosas "divertidas" que no apreciamos las pequeñas?Habitualmente no nos agradecemos mutuamente, y dejamos que los demás se arreglen por sí mismos incluso en casos en que podríamos ayudarlos fácilmente. A veces nos sentamos a pensar que podríamos ayudarlos y para el momento en que nos decidimos a levantarnos de nuestro asiento, se fueron y ya no nos necesitan. Estamos tan preocupados por nuestras propias cosas (me incluyo) que no podemos ver lo que tenemos justo delante nuestro. Un día, en el trabajo (justo antes de terminar mi horario), una señora mayor estaba frente a las puertas del baño que dan a mi oficina, dudando si entrar. Su hijo, que estaba con ella, me preguntó (yo pasaba por ahí): 'Señorita, va usted a entrar ahí'?, y señaló el baño de mujeres. 'No', dije, y seguí de largo. Había caminado unos pasos y le escuché decir: 'No te preocupes, mamá, voy a encontrar alguien que te ayude.' Entonces sentí cuán brusca había sido mi actitud hacia esa anciana necesitada de ayuda. Volví atrás y la encontré sola, le dije: 'Voy a ayudarte, mam'. Se apoyó en mi brazo con una fuerza que no esperaba de una anciana de apariencia tan dulce. Su hijo, que había ido en busca de ayuda y acababa de notar mi regreso, volvió rápido y dijo: 'gracias'. Sonreí y continué hacia el baño junto a mi pequeña amiga. 'Sólo necesito usar uno de los closets', aclaró. 'Está bien', respondi, preguntándome por qué yo era necesaria. 'Me quedé encerrada en una de estas cosas una vez, y usted no tiene idea de qué aterrador puede ser.' No, pensé para mis adentros. Quedarme encerrada en un closet de baño sin oportunidad de salir ni de que nadie venga a sacarme es algo que nunca se me pasó por la cabeza pudiera ser ocasión de temor. Bastaría con arrastrarme bajo la puerta para escapar, pero para una mujer anciana que necesita ayuda para caminar, esa no era una opción. 'Ay señora', dije, 'debió ser terrible'. Mostrando la cerradura de la puerta, me preguntó cómo funcionaba. Se lo expliqué. Mi amiga probó, abriéndola y cerrándola, varias veces y luego preguntó: '¿Le molestaría quedarse esperándome?' 'No hay problema', le dije. 'Si lo prefiere puedo mantener la puerta cerrada con la mano por usted'. 'Eso sería fantástico, muchas gracias, me da tanto miedo entrar ahí y no poder salir'. 'Está bien, entiendo', dije, pero no era cierto, no había forma de que yo pudiera imaginar ese temor. 'Sostendré la puerta cerrada y usted me avisa cuando quiera salir'. Volvió a agradecerme y entró al closet. Esperé uno o dos minutos, hasta que escuché una pequeña voz diciendo: 'Creo que ya estoy pronta para salir'. Al salir estaba tan agradecida, no me refiero a la clase de agradecimiento habitual, sino al tipo de agradecimiento que sentimos por nuestros doctores cuando salvan nuestra vida. No podía parar de decir "gracias" y me hizo sentir bien haber ayudado a alguien que estaba en necesidad de asistencia. Entonces recordé una clase de mi profesor favorito, cuando hablaba sobre el valor de ayudar a alguien, y sobre la posiblidad de hacerlo sin egoísmo. Esto se logra si lo hacemos porque honestamente creemos estar ayudando a alguien que lo necesita, y no porque 'es lo correcto' o 'nos hace sentir bien'. Releyendo estas líneas (en el trabajo, antes de volver a casa) veo por la ventana a una anciana a la que se cae su bastón, y suspira descorazonada (probablemente pensando que le tomará más esfuerzo agacharse para levantarla que ir a una tienda y comprar otra). Sin pensarlo dos veces un joven la recoge y se la devuelve. No creo que note su agradecimiento mientras le dice 'no es nada' y sigue su camino. Todos podemos aprender algo de nuestros mayores. Sólo es cuestión de tomarse el tiempo de escucharlos. Por eso, la próxima vez que vean a una pequeña anciana (o anciano, claro está), forcando de cruzar la calle en un lugar peligroso, ayúdenla, y no porque deberían... sino porque honestamente piensan que ella los necesita.
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