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El Oso Y El Puercoespín
(Jeffrey Davidow)

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En 1963 las marquesinas de muchos cines estadounidenses se llenaron con carteles de una nueva película de Marlon Brando. El público se sentaría a entretenerse con la lucha de un embajador de Estados Unidos, Harrison McWhite, por mantener el comunismo a raya en la ficticia república de Sarján. La aventura pronto se complica cuando la simpatía del diplomático por la cultura local entra en disputa con la esclerosis burocrática y el maniqueísmo de los años de la Guerra Fría. La película se titulaba The Ugly American.El libro de Jeffrey Davidow, por supuesto, debe considerarse desde una perspectiva más alejada de este film o incluso de la novela en la cual se basa. Su tema no son las erróneas políticas de Estados Unidos con respecto de un país del Tercer Mundo, sino más bien cómo las buenas intenciones se convierten en fuente de malos entendidos. Naturalmente, en sus años como representante de Estados Unidos en México, Davidow hizo mucho más que construir una carretera a través de un territorio dominado por guerrillas. Su libro es en parte una crónica, en parte un análisis ?desde adentro? de las relaciones exteriores de su país. México es, a su juicio, el país más importante con el cual Estados Unidos debe lidiar. En años recientes, la cercanía entre ambas naciones se vuelto cada vez más íntima. El ejemplo más socorrido es el de las relaciones comerciales. Sin embargo, no es el único asunto que enfrenta a los vecinos. La migración se ha intensificado, a partir de la puesta en vigor del TLCAN en 1994.Ahora bien, como Davidow no deja de apuntar, esta cercanía real no ha ido de la mano de una mayor cercanía emocional ni cultural. A lo largo de las páginas de su libro, el ex embajador lamenta la falta de cooperación entre su país y México, que atribuye a una combinación entre la arrogancia estadounidense y el excesivo orgullo mexicano ?que se expresa en la obsesión nacional por ?la defensa de la soberanía??, que genera una interminable cadena de desencuentros y errores de apreciación.Davidow no siente un gran apego por la prensa mexicana. Le atribuye muchos de los malos entendidos. al parecer, la intención de El oso y el puercoespín es enmendarle la plana a los observadores mexicanos, cuya visión él cree sesgada a favor de una postura demasiado parroquial ?otros dirían que patriótica?. Inclusive insinúa que muchos comentaristas de la relación bilateral opinan con mala fe. Es probable que esto sea cierto. Empero la relación debe ser algo más, mucho más, que un asunto de percepciones. Cabe señalar que Davidow no opina lo mismo de la prensa de su país. Cabe destacar que si bien el libro de Davidow no puede considerarse un análisis profundo de los problemas que aquejan a la relación bilateral, proporciona ciertamente una visión muy interesante y amena de un sujeto que se situó, por circunstancias fortuitas, en un momento bastante agitado de la historia nacional.En aquellos años, aparte de los asuntos internos de la embajada, Davidow hubo de abordar los cuatros temas fundamentales de la relación: Cuba, el narcotráfico, la migración, el comercio y el terrorismo, que finalmente se integró a la agenda a partir de los ataques de Al-Qaeda en septiembre de 2001. Uno a uno los desglosa, mezclando la ponderación de los problemas con anécdotas personales de sus aciertos y errores. En numerosas ocasiones, el diplomático fungió como mediador en las difíciles negociaciones entre los funcionarios mexicanos y estadounidenses, por lo cual presenció los roces entre ellos, sobre todo, entre los funcionarios policiales. Su conocimiento de primera mano le reditúa mucho. Le permite, además, mantener una posición equilibrada, que no imparcial. No obstante haber dejado el servicio diplomático, Davidow no se ostenta como un disidente de las administraciones Clinton y Bush, ni dedica sus páginas a criticar la política de su país. En general, la considera correcta, pues favorece la colaboración bilateral. Está convencido de la buena fe del Estado norteamericano con respecto de México. Sus críticas se enderezan más bien a los errores en la aplicación de dichas políticas y la sorprendente capacidad de ambos actores para generar obstáculos a aquello que debiera interesarles. En especial, le exaspera la resistencia mexicana a la integración, dados los temas de la agenda común y la realidad en ambas fronteras. No se le escapa, desde luego, las raíces profundas de esa resistencia que se hunden en el pasado de la relación, que los mexicanos conocen bien. Es interesante la manera como evoluciona la imagen de Vicente Fox en el libro de Davidow. En fechas muy tempranas de la marcha de Fox a la presidencia, el embajador se entrevistó con él. Le hizo muy buena impresión. Se explaya en su honestidad, inteligencia y decisión. Gradualmente, sin embargo, observa los desaciertos del presidente, y esa visión se matiza. Una revelación: un embajador es fundamentalmente un comunicador. Al leer las páginas de El oso y el puercoespín se aclara porqué el embajador acaso pasará a la historia como una figura muy distinta a los de la leyenda negra de la embajada estadounidense. Davidow intentó ser sensible a la posición de los otros. No los trató como adversarios sino como aliados, quizás a involuntarios. Si no lo logró al final tal vez se haya debido a la falta de tiempo. No se engaña ciertamente con que esta larga historia haya concluido. Le restan siglos por delante.



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