Resumo de El Codigo Da Vinci

En Puerto Rico, mi madre tenía una tía que vivía al pendiente de una invasión cubana. Interesantemente no estaba sola. Durante la Guerra Fría su creencia era compartida por quienes veían a los rusos como nuestros enemigos personales.Décadas después, la novela de Dan Brown, El código da Vinci, está imbuida de este espíritu, como si la sociedad estadounidense no pudiera vivir sin la manía persecutoria.
La novela fue un bestseller aunque la película que poco duró en cartelera. La policía francesa levanta al protagonista, Robert Langdon, de su cama a medianoche para que identifique a un cadáver. Apenas arriba al Louvre, el lugar del crimen, se entera que la víctima es el curador del museo, quien antes de morir se tomó la molestia ?y tuvo tiempo? de desnudarse y adoptar la pose del Hombre de Vitrubio de Leonardo.
Por suerte Langdon es uno más de una larga serie de sleuths, que siempre demuestran lo que un Hombre perspicaz puede hacer cuando sabe descifrar pistas. Ahora bien, conforme a la tradición de la novela detectivesca estadounidense, Langdon no sólo es un investigador de los hechos, sino que es un hombre acosado.De más está decir una guapa chica rescata a Langdon. No por su astucia, sino porque ella sabe algo.
En esta historia todo se desarrolla como una combinación de rompecabezas con videojuego. Como lector, animaba más mi curiosidad que la mezcla de anticipación y desconcierto que suele llamarse suspenso. Existe un juego de mesa que representa la forma como se desenvuelve esta historia: Turista Internacional. He aquí lo más decepcionante de El código da Vinci: jamás sentí que los personajes se hallaban en un peligro real, a pesar de que el hombre inocente ?Langdon, claro? es perseguido por la policía francesa y por la Iglesia católica, en concreto el Opus Dei. Cual el SMERSH de las novelas de James Bond, el Opus es una organización archicriminal que introduce otro elemento: el complot, y thriller sin complot no es tal.
El gran secreto que no debe ser revelado es una especie difundida hace más 20 años en un libro que causó revuelo en Gran Bretaña y Estados Unidos, titulado Holy Blood, Holy Grail, cuyos autores, Leigh, Lincoln y Baigent, aseguraron que tenían pruebas que cimbrarían los cimientos del cristianismo y, por tanto, la historia del mundo occidental. Brown da por real al Priorato de Sión, descendiente de la orden de los Templarios, perseguida y proscrita por el rey de Francia y la Iglesia Católica en el siglo XIV, y que más tarde, en los años cincuenta del XX, un tal Pierre Plantard y sus secuaces inventaron que ocultaban documentos secretos.Un mundo literario es como su autor desea que sea. Lo curioso del de Brown es que a veces parece que no ofrece una obra de ficción sino que revela una verdad oculta. Y es un mundo paranoico donde las casualidades no existen. Quizás en ello se funda un buen thriller, donde nada es lo que parece, salvo que el mundo es de trampas. El problema es el resultado, donde reside la diferencia entre un relato de fantasmas de Wilde y un episodio de Scooby Doo.

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