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La Gallina Degollada
(Donanfer)

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La gallina degollada
The Murdered hen
Los cuatro hijos idiotas del matrimonio Manzini-Ferraz se la pasaban sentados todos los días en el patio en un banco. El patio era paupérrimo, solo de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. Cuando el sol se escondía tras el cerco, al esfumarse los idiotas desventurados críos se sentían extrañamente gratificados. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta emplazaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un destino mucho más trascendental: un hijo..... Cuando el heredero llegó, a los catorce meses de matrimonio, imaginaron consumada su felicidad. Pero al poco tiempo de nacer empezaron los problemas con la salud del primogénito y las visitas del médico empezaron a sucederse casi sin descanso?¡Hijo, mi hijo querido! ?sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su heredero.¡Sí! ?asentía Mazzini?. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. Hágala examinar bien.Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores. Más, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Iniciaron se con el cambio de pronombre: tus hijos. Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:?De nuestros hijos, ¿me parece??Bueno; de nuestros hijos. ¿Te gusta así? ?alzó ella los ojos.Después de un tiempo de monótona y pesarosa convivencia, nació así una niña. Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita se olvidó se casi del todo de los otros. Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. Al cabo de un tiempo de fingida armonía matrimonial, volvieron los reproches. No fue fácil convivir con tantos hijos con problemas --Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!Mazzini explotó a su vez.? ¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. Al otro día amaneció y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. .. Rojo... rojo.. no dejaban de gritar como marranos , al ver la matanza del animalBerta llegó; no quería que jamás pisaran allí_;.....cuando más grandes eran los arrobamientos de amor a su marido e hija, más crispado era su humor con aquellas monstruosas criaturas .La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol regresaron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija prefirió escaparse enseguida, refugiáandose en la casa.Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Los cuatro idiotas, siempre con la mirada impasible, vieron cómo su hermana lograba tolerantemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos nervosas. Así la vieron mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para elevarse aún más. Así la mirada de los idiotas se había confortado; una luz insistente e igualmente repetida iluminaba las pupilas, casi transformándolos en bestias salvajes. No alejaban los ojos de su hermana mientras una creciente sensación de voracidad feroz iba modificando cada línea de sus rostros. Perezosamente se abalanzaron hacia el cerco. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Lentamente avanzaron hacia el cerco. ?¡Soltáme! ¡Déjame! ?gritó agitando la pierna, casi en el aire , ya sin apoyo . ?¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! ?lloró llena de angustia.Por un momento, Mazzini, desde la casa de enfrente, pretendió oír la voz de su hija.?¡Bertita!Nadie respondió?¡Mi hija, mi hija! ?corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:?¡No entres! ¡No entres! Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.La muerte de Bertita, es apenas el punto más gravoso de una larga desventura familiar. . La inteligencia no sólo pasa por aprender encontrar la solución a un problema determinado, sino también por saber elegir el mejor momento para resolverlo. Sin esto último todo se vuelve una reiteración nimia, errada, ridícula, fatal.
DONANFER



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