Resumo de El Pintor De Batallas - Arturo Pérez Reverte

El pintor de batallas

Arturo Pérez Reverte se enfrenta a sus propios fantasmas a través del fotógrafo de guerra Andrés Faulques, que protagoniza y vehiculiza la catarsis a la que el autor se somete. Las imágenes de las guerras vividas y la impresión que las mismas han dejado en él, quieren cobrar viva en forma de nuevo Guernica. El ex fotógrafo trabaja sobre un gran lienzo de piedra circular, tarea que encara con más astucia que habilidad a la hora de sintetizar y fundir, a modo de collage la rutina del horror que siempre había visto y vivido a través de la lente de su cámara fotográfica que actuó de barrera entre él y sus emociones. Las paredes de una torre sita sobre un acantilado junto al mar son el escenario elegido como punto y final a un recorrido vital que afronta en total soledad. Ostracismo voluntario adoptado, entre comillas, a medio camino entre el cansancio y la amargura de una pérdida traumática diez años atrás. Olvido Ferrara vive permanentemente en el recuerdo de Falques junto a los fantasmas que en su conciencia se dan cita y que le rondan con preguntas incómodas relacionadas con la supuesta neutralidad de alguien que se mueve en el escenario del crimen y platica con ambos bandos sin tomar partido ni involucrarse. Es un fantasma del pasado el que aparece por la puerta de la Torre un día cualquiera. Ivo Markovic protagoniza durante la guerra de Yugoslavia una portada en la revista en la que trabajaba el fotógrafo. Dicha portada da la vuelta al mundo. La repercusión de dicha ?fama? le reporta, entre las filas enemigas, graves consecuencias a Ivo que sobrevive a la guerra y vive pensando en el día de su encuentro con el fotógrafo que simboliza para él el único medio de pedirle al mundo responsabilidades por todo lo perdido y sufrido. Ivo entabla con el pintor un segmentado careo que se prolonga por entregas día tras día siempre bajo la velada amenaza de muerte planeando entre ambos. La tarea que Ivo se plantea como meta es principalmente dejar clara la culpabilidad del testigo mudo, del invitado de piedra y la responsabilidad en definitiva del hombre y sus actos tanto por acción como por omisión. Los dos hombres se sinceran, siempre midiendo quirúrgicamente sus palabras hasta llegar a entenderse, y a respetarse, de alguna manera. Los recuerdos se van acercando día a día al momento en el que su compañera y amante va al encuentro de la muerte cuando ambos fotógrafos acompañan a los soldados en una carretera de Yugoslavia Ivo le lleva al punto reconocer y confesar lo que su conciencia lleva años demandando. Así ambos pueden zanjar aquello que los ha mantenido vivos y ponerle así un final a sus respectivas historias cruzadas.

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