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El Caso De Lady Shannox
(Donanfer)

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EL CASO DE LADY SANNOX
DouglasStone fue en su juventud uno de los hombres más fenomenales de Inglaterra. Había nacido para ser grandioso, porque era hábil para planear lo que otros hombres no se aventuraban a llevar a la práctica, y de llevar a cabo lo que otros hombres no se atrevían a proyectar. Era esclavo de la vista, del oído, del tacto, del paladar. Y de repente lo asaltó aquella loca pasión por lady Sannox. Ella era la mujer más encantadora y adorable de Londres y para él, solo existía ella. Él era uno de los hombres más asediados de Londres, pero decididamente no era el único que existía para ella. Lady Sannox era inclinada a variar, y se mostraba bien predispuesta con muchos de los hombres que la rondaban. Era una noche de invierno, desapacible, muy fría y borrascosa. Douglas Stone había acabado de cenar y estaba en su despacho, saboreando una copa de rico oporto al acomodarse en su grandioso sillón, se sonreía complacido.?Señor, en la sala de consulta hay un enfermo que desea verlo ?dijo el ayuda de cámara, irrumpiendo en la habitación?Es demasiado tarde exclamó Douglas Stone con irritación?. ?¡Hamil Alí Smyrna! ¡Ejem!, supongo que se trata de un turco. Unos momentos después, el ayuda de cámara abría de par en par la puerta y dejaba paso a un hombre pequeño y decrépito, ?Buenas noches ?dijo Douglas Stone, una vez que el criado cerró la puerta?. ¿Habla usted inglés, verdad? ?Sí, señor.. Douglas Stone consultó su reloj. ?¡Oh, es un caso muy triste! ¡Un caso muy triste y único! ¿Oyó usted hablar alguna vez de los puñales de los almohades? --Nunca?Pues bien: se trata de unos puñales o dagas del Oriente que tienen gran antigüedad y que son de una forma característica, con la empuñadura parecida a lo que ustedes llaman un estribo. Mi esposa tuvo hoy un desmayo hallándose en la habitación en que guardo mi mercancía, y se cayó al suelo, cortándose el labio inferior con ese maldito puñal de los almohades. -- Y usted asegura que no existe cura posible. ¿Por qué razón entonces me paga una suma tan crecida de honorarios? ?Ninguna droga existe que pueda curar el envenenamiento, pero sí puede curarla el bisturí.. Salvarle .la vida a mi mujer es lo único que cuenta?Habrá que extirpar el órgano herido. ?. Pero piense usted en dónde está la herida en este caso y en que se trata de mi esposa. Bien, bien, es el destino, y no hay más remedio que aceptarlo. Douglas Stone sacó de un cajón su estuche de bisturíes y se lo metió al bolsillo, junto con un rollo de vendajes y un frasco con cloroformoTambién su empleo nos está prohibido dijo el pequeño hombre ?¡Cómo! ¿Consentirá que su esposa tenga que pasar por esta operación sin un anestésico? La pobre está sumida ya en el sueño profundo, el primer efecto de esa clase de veneno. ? ¿Está lejos??preguntó Stone.Para las diez tenía que llegar a casa de lady Sannox. Frente a Douglas Stone blanqueaba débilmente en la oscuridad el turbante de su cliente. Era una casa de aspecto ruin en una calle sórdida y estrecha. El comerciante turco llamó con fuertes golpes; cuando se volvió de cara a la luz Douglas Stone pudo ver que su cara se hallaba contraída de ansiedad. . El comerciante cerró la puerta, y Douglas Stone avanzó por el estrecho pasillo, mirando con sorpresa en torno suyo. Douglas Stone entró en él detrás de la anciana, y seguido inmediatamente por el mercader. Sólo la parte inferior de la cara estaba al descubierto, y el cirujano pudo ver un corte dentado que zigzagueaba por todo el borde del labio inferior. Aquello no era una mujer para él, sino simplemente un caso. ?¡Oh señor, señor! ?dijo el mercader?. Esa herida es mortal. Sólo el bisturí puede salvarle la vida. ?Sin embargo, yo me siento inclinado a esperar ?dijo Douglas Stone. --Basta ya ! -exclamó irritado el turco. Douglas Stone balbució. ?La cara quedará terriblemente desfigurada Stone se volvió indignado hacia aquel hombre. Su modo de hablar era impío. Acto seguido, extrajo un bisturí del estuche, lo abrió y probó con el dedo índice su filo penetrante. << La mujer no estaba inconsciente, ni mucho menos >>pensó. La cara le era familiar, a pesar del labio superior ya deforme y de la sangre que le brotaba. La mujer continuó chillando y se llevó la mano a la herida despiadada. Douglas Stone se sentó al pie de la cama con su bisturí y su fórceps. Los alaridos ya no se escuchaban, y la cabeza espeluznante había caído otra vez sobre la almohada, pero Stone seguía sentado e inmóvil, mientras lord Sannox reía silenciosamente. El cirujano se inclinó hacia delante, casi se dobló en dos, al mismo tiempo que su rostro se volvía desencajado. Lord Sannox dijo con ironía
?Juan, ante todo llevarás al doctor a su casa. Dile a su ayuda de cámara que se ha puesto enfermo durante una operación.
?Muy bien, señor. ?Después llevarás a lady Sannox a casa. Finalmente, Lord Shannox había salido con la suya. Hizo que Douglas Stone terminara aun sin saberlo con el último rastro de belleza que le quedaba a Lady Shannox, y así ella pagó caro su infidelidad

Donanfer

















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