Le Pere Goriot
(Balzac, Honor'e de.)
Balzac publicó esta novela en un periódico como folletín en 1834, a sus treinta y cinco años. La novela se sitúa en el París de aquellos años. El título literalmente significa en español ?Papá Goriot?, pero es usual traducirla como ?El tío Goriot?, donde ?tío? es el apodo familiar dado a un hombre mayor, como lo es ?padre?, en francés.
Pero Goriot es en efecto padre; padre de dos bellas hijas que, tras casarse, han elegido desentenderse de él, avergonzadas por su origen social. Pese a ello, el Padre Goriot vive en una miserable pensión para seguir dando a sus hijas todas las comodidades materiales posibles.Esta será una de las historias de la novela. Otros personajes, con sus propias historias entrelazadas a aquella, dejarán al lector la abrumadora sensación de que el mundo es inagotable; de que cada persona tiene sus pasiones, debilidades y ambiciones, sepa o no reconocerlas; de que las decisiones cotidianas van formando un contorno de posibilidades que estrecha la libertad de decisiones independientes. Presentar la pensión donde reside Goriot, y a sus huéspedes, le lleva a Balzac el primer décimo de la novela. En ese inicio el lector sospecha estar frente a un ejercicio de estilo: describir sin narrar. Más probable es que Balzac partiera de otra idea: describir una variada cantidad de personajes verosímiles para luego desarrollar con ellos una y más historias. Cuando la trama arranca súbitamente sobresalen dos personajes más, además del Padre Goriot y sus dos hijas. Uno es Vautrin, una persona que actúa más allá del bien y del mal. El otro es un joven estudiante venido de una pobre familia rural, llamado Eugenio de Rastignac, quien tanto quiere formar parte del gran mundo como ser fiel a sus principios morales. Cuando Rastignac descubre la contradicción entre ambos deseos, sus principios tambalean; descubre su insignificancia y lo inadecuados que son para satisfacer sus ambiciones. Varios pasajes justifican el aprecio que la crítica ha deparado a esta novela desde su aparición. Uno es el discurso de Vautrin a Rastignac, donde Vautrin se muestra como un inmoral que se define amoral. Esa ligera distinción permite que Rastignac, y por ende el lector, se tiente de seguir sus consejos. En efecto, si no hay moral no puede haber inmoralidad. Vautrin propone al confundido joven asociarse en una empresa criminal que no podrá ser sancionada por la ley y que hasta hará alguna justicia. Impunidad, eventual justicia y enriquecimiento avivan la tentación de Rastignac. Más tarde, Rastignac preguntará a un compañero si se enriquecería matando a un desconocido anciano mandarín en la lejana China, con solo pensarlo, si así podría enriquecerse. Encontrar esta metáfora de la tentación, aun sin haberse decidido a caer en ella, muestra su incertidumbre. Rastignac quisiera que sus principios fueran absolutos, independientes de las circunstancias. Pero el Vautrin de Balzac afirmó que ?no hay principios sino circunstancias?. Educado en la represión de sus instintos, Rastignac deberá mantenerse fiel a principios tan universales como abstractos para no caer en la tentación. O imaginar otro plan que disimule la decisión moral y evite su asociación con un inescrupuloso. ?El secreto de las grandes fortunas sin causa aparente estriba en un crimen, olvidado por lo bien que se hizo?, dice Vautrin. Esta obsesión por el dinero es constante en la novela. Dicha recurrencia debería llevarnos a desconfiar de quienes pregonan que nuestra sociedad actual es excesivamente materialista. Ya en aquellos años, lo último que aprenderá Rastignac será que ?hasta para ser padre hay que tener dinero?.
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