Miau
(Benito Pérez Galdós)
Una de las novelas más modernas de Galdós, con elementos de clásicos más cercanos como "El castillo" o "El proceso" y "El coronel no tiene quien le escriba". Galdós desarrolla la historia completa de uno de los personajes que aparecen fugazmente en una novela anterior, "Fortunata y Jacinta", aunque apenas aporta nada que no dijera en las pocas líneas que le dedicaba allí. Nos obsequia, eso sí, con un nuevo enjambre de figuras del Madrid de su época, descritas cabalmente a base de referir en un plumazo sus necesidades económicas y sus aspiraciones sociales, utilizando siempre, con su gracejo populachero, el lenguaje y las expresiones llanas de entonces. Galdós casi siempre fracasa en los propósitos discursivos y didácticos que impulsan y suelen centrar sus novelas, pero es un maestro trasportándonos al lugar, a la época y a la intimidad de sus personajes. El protagonista es Ramon de Villaamil, funcionario ejemplar curtido en destinos de toda España, Cuba y Filipinas, y ya anciano, que acaba de ser cesado tras un cambio ministerial y que necesita trabajar al menos dos meses más para tener derecho a cobrar una pensión. Sus apuros económicos se ven agravados por el carácter derrochón, dado a aparentar, de las tres mujeres con las que vive: su mujer, su cuñada y su hija. La familia la completa Luisito Cadalso, niño de ocho años hijo de otra de sus hijas, que falleció, sobre el que Galdós vierte sus esperanzas de tinte religioso no clerical, al pintarle con vocación evangélica y con capacidad de ver y hablar con Dios en visiones. La vida de Villaamil discurre entre penurias para dar de comer a los suyos, visitas (que hoy llamaríamos kafkianas) al ministerio para pedir a sus amigos que intercedan por él ante el ministro y cartas a todo tipo de conocidos rogándoles que le presten dinero para salir del apuro. Su vida se complica aún más con la llegada del padre del niño, Andrés Cadalso, funcionario cesante como él pero de carácter muy diferente: holgazán, juerguista, alocado, mujeriego, que viene de hacer un desfalco en su destino en Valencia y espera a que le coloquen de nuevo, esta vez en Madrid y en un puesto mejor. Tal como Villaamil se había temido, Cadalso no tarda en conseguir no sólo su nuevo destino, sino que se olvide el asunto de su desfalco, gracias a que está en relaciones con una influyente y arrugada marquesa. El injusto éxito de su yerno y su propio fracaso llevan a Villaamil a perder los nervios ante sus contactos ministeriales, que cada vez le ven más como un viejo pesado y medio loco y comienzan a hacer burlas de él (le llaman Miau porque las tres mujeres de su familia son tan relamidas y cursis como los gatos y porque él presume de tener un desprestigiado plan para sanear la administración basado en el lema: Moralidad, Income tax, es decir: impuesto sobre la renta, Aduanas y Unificación de la deuda). La seguridad de que nunca recibirá el destino que espera, ni tan siquiera por los dos meses necesarios para cobrar su pensión, unido al hecho de que Luisito se va a vivir con otra familia en mejor situación, le deciden a planear su suicidio. En los últimos capítulos, antes de darse el tiro definitivo, Villaamil da rienda suelta al odio a su familia cuyos derroches le han conducido a esa situación, hace escarnio de sus compañeros enchufados y ataca al estado con argumentos anarquizantes.
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