Seda
(Alessandro Baricco)
Seda es una historia sencilla. Podríamos simplificar si dijéramos que es una historia de amor. amor en silencio, que desconcierta. Sin embargo, no seria del todo cierto. A través de la vida de Hervé Jonocour, el autor nos cuenta la historia de dos pueblos que se ignoran en el mapa; la de muchos hombres y mujeres que adornan la narración. Hay ritmos, pausas, colores descriptos para ser vistos con los ojos cerrados. Hasta parece ser posible la sensación de tocar. Comienza, corre el año 1861. Lavilledieu, Francia. Hervé Jonocour es un hombre de 32 años que, siguiendo las consignas de Baldabiou, cambia su carrera militar por la actividad de ser el enviado del pueblo para comprar y vender gusanos, huevos amarillos y grises, inmóviles y aparentemente muertos; que en pocos meses, se convierten en miles de metros de hilo de seda. Hervé Jonocour realizaba anualmente sus viajes a las costas africanas para traer su encomienda. En Abril ya volvía a casa y vivía apaciblemente junto a su mujer Hèléne, alegrándose siempre de volver a escucharla, pues su voz era maravillosa. Tras una epidemia en los huevos provenientes de esas latitudes, el pueblo de Lavilledieu, decide, por sugerencia de Baldabiou, enviar a Hervé Jonocour al Japón, único lugar donde se podrían encontrar huevos sanos y con alta calidad. Hervé Jonocour, fue. Primer viaje a Japón. Largos recorridos, paisajes nuevos y días de espera surcan los meses de viaje hasta llegar a destino. Comparte una larga charla con Hara Kei, quien solo detenta el poder que tiene en esa aldea por su sequito de sirvientes y porque en ese momento, una muchacha esta tendida en sus piernas, junto a él. Hervé Jonocour le cuenta pausadamente quien es y a que ha venido, mientras, imperceptiblemente, la mujer abre sus ojos y los fija profundamente en él. Nota su juventud, su belleza y sus rasgos. Ella no es oriental y sigue mirándolo. Segundo viaje. Con una estadía amena en la aldea, esta vez Hervé Jonocour, cuenta la amistad con Hara Kei. Hechas las transacciones pertinentes, Hervé Jonocour procura ver a la muchacha bella. Cruzándose con comerciantes, pregunta si han visto a una mujer no oriental por allí. Sólo obtiene como respuesta que, en Japón, es imposible que haya una mujer asi y en consecuencia, nunca la han visto. Llegando al fin del viaje, Hervé Jonocour, se prepara para tomar un baño en la tina que para él tres mujeres viejas han preparado. Pero esta vez, unas manos jóvenes tapan sus ojos, siente una respiración muy cerca, y el agua tibia lo baña acompañandolo con caricias infinitas. Antes de esfumarse, la mujer que lo ha seducido, pone en su mano un pequeño papel doblado en cuatro. De vuelta en Lavilledieu, Hervé Jonocour, feliz por escuchar a Hèléne, trata, sin embargo de encontrarse con alguien que pueda leerle aquel mensaje. Es Madame Blanche quien quizás lo lea para él. La mujer de las flores azules como anillos entre los dedos, lee y dice; Regresad o moriré. Tercer viaje al Japón. En Japón comienza a desatarse una guerra desconocida para los franceses. Dudan en que Hervé Jonocour viaje. Es Octubre, emprende su viaje. Nuevamente kilómetros por enfrentar, leguas de estepa a caballo. Por fin, la entrada a Japón y hacia el este, la aldea de Hara Kei. Junto a una jaula llena de pájaros de colores brillantes, vuelven a cruzarse los ojos de aquella mujer envuelta en kimonos de seda y los de Hervé Jonocour. Cae la noche. Invitado por Hara Kei, Hervé Jonocour asiste a una cena de agasajo. Lejos, distante, casi en otro mundo, esta ella. Imposible no verla, imposible no sentir sus ojos. Entre tanta gente, Hervé Jonocour está solo. Decide volver a la casa que año tras año le preparan; pero encuentra con sorpresa que ella lo esta esperando con otra mujer junto a la puerta. Tomándole las manos, las besa, las pone sobre las de la muchacha japonesa... lo mira fijamente y luego, corriendo, se va. Hervé Jonocour amó durante horas a esa mujer sin notar que no era aquella que deseaba. Cuarto y ultimo viaje. Guerra en Japón. Hervé Jonocour decide ir sin importarle las consecuencias. Hèléne llorando le hace prometer que volverá; sabe que no es indispensable que él vaya esta vez. La aldea de Hara Kei estaba destruida, la jaula abierta sin los pájaros que siempre regresaban. Horas contemplándolo todo, hasta que por fin, un niño lo rescata de su concentración para mostrarle el camino hacia la caravana migratoria de Hara Kei. Hara Kei lo ve. Por medio de un mensaje de amor los ha encontrado. Hara Kei le cuenta que el niño mismo era eso... su ama lo mandó. Lo obliga a arrodillarse, un fusil en su cabeza sabiendo que ella va a pasar por allí. Hervé Jonocour escucha, la mujer por la que regresó, no puede verla. Sólo la siente, rodeada de pájaros. Ese año, las larvas murieron en el camino. Los años pasan. Hervé Jonocour construye un jardín y recibe un día una carta de siete pliegos llena de caracteres japoneses. Madame Blanche vuelve a leer para él. Sensual, amor en cada palabra, soledad y despedida. Hèléne muere dejando a Hervé Jonocour solo. Llevándole rosas, descubre florcitas azules. Madame Blanche le cuenta entonces que Hèléne había llegado un día mucho antes que él con aquella carta y le pidió que la transcribiera al japonés.
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