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Argonautas De La Selva
(Leopoldo Benites Vinueza)

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Más que biografía histórica, Argonautas de la Selva, revive la desventurada existencia de uno de los más grandes capitanes de la epopeya conquistadora y una de las más singulares aventuras de la historia: la vida de Francisco de Orellana, gobernador de la ciudad que él fundara con el nombre de Santiago de Guayaquil ?Ecuador- y la aventura del descubrimiento del Río de las Amazonas.

Las leyendas del oro y la canela ejercieron su acción seductora sobre la mente de los primeros conquistadores. Ellas atrajeron al capitán Francisco de Orellana quien se lanzó para la gran hazaña el 4 de febrero de 1541 con unos cuantos soldados.

Después de un largo viaje por las ásperas serranías llegaron a la villa de San Francisco de Quito. Luego continuaron la marcha por los valles, hasta abandonar los pequeños poblados. A medida que avanzan se van creando episodios de intenso dramatismo: se acaban los víveres, los agobian las inclemencias climáticas y la hostilidad de la Selva los impulsa a avanzar, empujados por el sino fatal que los guía.

Ya en el río Coca, construyen un bergantín y navegan a la ventura. El río tiene una fuerza vertiginosa y sin embargo, continúan con su propósito. Los días transcurren y de pronto escuchan los tambores que suenan en la lejanía. Es un poblado indígena que deben embestir para subsistir.

Recuperadas las fuerzas en el pueblo de Aparia construyen otro bergantín y el 2 de febrero de 1542 retoman su andanza hazañera. Navegan río abajo y el 11 de febrero surcan el río Amazonas. De la selva sale una vida multiforme y confusa: en las orillas se observan animales de varias especies, paisajes exuberantes y poblados indígenas? pero estos indios son inverosímiles; unos son pacíficos, hospitalarios, otros son crueles y atacan sin piedad.

Después de tantos meses de sufrimiento, de luchas, de angustias y de muertes, desembarcan en tierras pacíficas y en un campamento improvisado reparan las naves para lanzarse al mar el 8 de agosto del mismo año. Las corrientes arrastran las naves con siniestra amenaza de naufragio y se pierden en un laberinto de islas. Sin embargo, la fe los conforta y el 26 de agosto salen al mar Atlántico y suben hacia el Caribe.

El 11 de septiembre divisan la isla Cubagua. De allí pasan a Santo Domingo y luego a la Trinidad, donde contratan una nave para ir a España en donde Orellana confía encontrar la protección augusta del Emperador-Rey Español.

En mayo de 1543 Orellana llega a la vieja ciudad de Valladolid, donde se reúne el poder del mundo. El 7 de junio de 1543, presenta su memorial escrito acompañado de las pruebas irrefutables ante el Real Consejo de Indias; narra sus aventuras y expone sus proyectos: regresar a las Indias para conquistar y poblar ese territorio en nombre del Rey.

El tiempo pasa y Orellana se impacienta y siente nostalgia por las selvas lujuriantes del Amazonas. Sin embargo, el 13 de febrero de 1544, el príncipe Don Felipe le entrega el documento en el que consta el apoyo para el descubrimiento de las nuevas tierras que deberán llamarse la Nueva Andalucía.

Inicia entonces los preparativos para el viaje. Durante esos meses, Orellana decide casarse antes de partir con Ana de Ayala, pues está seguro que conquistará las tierras de ?El Dorado? y hará una gran fortuna. Sin embargo, una serie de conspiraciones desalientan la empresa: las provisiones son insuficientes, las naves están desgastada, los hombres son inexpertos, no tiene instrumentos de navegación y, las armas son escasas, viejas y malas.

Cansado de esperar la ayuda del Rey y sintiéndose traicionado por todos, no tiene ya escrúpulos de ser un bandolero y zarpa en 11 de mayo de 1544 con lo poco que tiene.

Ya en el mar, los hombres que se alojan en las naves comienzan a dar señales de cansancio, decaimiento, y la fiebre comienza a atacarlos; unos mueren, otros sobreviven, pero Orellano sigue su rumbo. Posteriormente divisan tierra y deciden navegar a la distancia, bordeando la costa, pues saben que aún no han llegado a la meta de la aventura.

Una mañana del 20 de diciembre de 1545, descubren que están en agua dulce en medio del océano. ¡Es el río de las Amazonas!. La selva tropical abarca por todas partes los bohíos dispersos. La navegación es difícil. La corriente los arrastra leguas enteras sin rumbo alguno. Los víveres se acaban. Muchos viajeros enferman y mueren de fiebre.

A medida que pasa el tiempo la situación se hace más grave. De los cuatro navíos que salieron del Guadalquivir sólo queda uno en pésimo estado. Cuatro naves y doscientos veinticinco hombres perdidos.

Finalmente la fiebre también sacude a Orellana y muere. Su tumba la cavaron al pie de un árbol de los miles de la selva. No hubo sacerdote, ni lápida. Sólo un árbol. Tan recio como su carácter.

La vida de Francisco de Orellana fue una lucha por vencer la adversidad del destino. Una vida dramática y heroica que la historia no ha querido comprender.



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