El Vano Ayer
(Isaac Rosa)
El vano ayer destaca entre las novelas de los últimos cinco años que tratan de un modo u otro de la memoria de la guerra civil española. Sobresale tanto por su estilo como por su contenido. Isaac Rosa se preocupa mucho por la construcción y ha querido destruir las formas esperadas de la novela. En El vano ayer no hay trama en el sentido normal. Se trata más de un tema, puesto que la historia del protagonista no se desarrolla cronológicamente, ni tampoco se resuelve el misterio de lo que le pasa. En 1965, un catedrático de universidad desaparece de Madrid para reaparecer en un presunto exilio en Francia. El autor nos presenta varias explicaciones de este acontecimiento. Hasta hay un capítulo donde nos da dos versiones de los eventos a la vez, dividiendo la página en dos columnas. Rosa nos invita a elegir nuestra propia versión de los sucesos. El método de construir una novela que ?muestra su esqueleta? y que parece necesitar la cooperación del lector es una astucia de Rosa para decirnos lo que no podría decir de otra manera. Tiene tres funciones (aparte de la rebelión artística). En primer lugar, le permite parodiar a otros autores. En segundo lugar, aborda temas desagradables. Y, lo más importante, con tantas preguntas al lector, señala que no hay siempre respuestas y que no todos los problemas tienen soluciones fáciles. Para empezar con el primer punto: en las manos de Rosa, reírse de otros autores no es tan trivial ni tan reprensible como lo parezca. El compromiso, ?escribir una novela resentida? le es tan importante que no tiene tolerancia hacia autores que utilizan el fondo de la guerra civil para dar color a sus novelas. Su repugnancia por la trivialización y la banalidad lo lleva a atacas violentas contra autores y, indirectamente, contra nosotros los lectores, sin temer herir nuestros sentimientos. En segundo lugar, fingiendo consultarnos sobre lo que preferimos ver en una novela, Rosa consigue hablar de situaciones y sucesos penosos. La falsa memoria, la que dice,?estábamos todos locos, pero ¡cuánto interesantes!? de muchos autores y cineastas, no le parece el método propio para apreciar lo terrible de lo que pasó ni el camino para seguir si queremos evitar las repeticiones. Como algunos novelistas latinoamericanos, sabe que una obra de la memoria tiene que incluir los crímenes (crímenes más que errores) para que sea posible reconstruir una sociedad sana. Como Ariel Dorfman, no evita la cuestión de la tortura y los verdugos quienes, dice, continúan su vida ?normal? y a veces su trabajo con la policía, sin ser punidos. Como Eduardo Galeano, nos ofrece una mezcla de descripciones y anécdotas (aunque las suyas se proclamen ser ficticias) alegres y tristísimos. Es el enemigo de la indiferencia. Habla de ?La consigna de la desmemoria?, comentando,?mejor era no remover viejas historias, me decían en todos sitios?. Afortunadamente no hizo caso de estos consejos. Hay una tercera ventaja de haber sugerido varias posibilidades al lector para explicar la desaparición del profesor Denis. Este podría haber sido ?chivato?, fascista o, al contrario simpatizante con los movimientos rebeldes o simplemente uno de los muchos que no querían interesarse en la política por miedo, víctima de un error estúpido policial. Su traslado a Francia podría haber sido su recompensa, su punición o su huida. Lo importante es saber que todo es posible. Sí, había informadores. Sí, había policías crueles. Sí, había inocentes torturados y había los que querían desaparecer metafóricamente o físicamente por puro terror. Y la generación de hoy tiene que entender que la guerra y los interminables años del régimen franquista no formaban un episodio glorioso de guerreros y mártires valientes. El sufrimiento del pueblo no era pintoresco para proveer un fondo interesante para novelas. Sobre todo, no era ?un error?, ni mucho menos. Y no hay soluciones. Siempre se necesitan preguntas (es decir la duda) más que respuestas(es decir lo fácil). En esta novela perturbadora, Isaac Rosa ha utilizado todo en su poder para que sus lectores piensen profundamente en la historia de Espa¬a y no acepten todo lo que se llame ?verdad?.
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