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Narraciones Extraordinarias (i)
(Edgar Allan Poe)

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EL ESCARABAJO DE ORO es una agradable mezcla de relato de aventuras y puro juego criptográfico. Un amigo del narrador desentierra un tesoro pirata valorado en un millón y medio de dólares tras descifrar un mensaje, hallado en un pergamino mientras buscaba escarabajos para su colección de insectos. El mensaje es una serie de números, que el personaje traslada a letras basándose en la frecuencia con que cada letra aparece en el idioma inglés. El resultado son unas instrucciones para cavar en un determinado sitio que, en un principio, no les dan resultado ya que el esclavo negro del buscador ha confundido la derecha con la izquierda.
LOS ASESINATOS DE LA RUE MORGUE presenta al personaje del parisino Dupin, virtuoso del pensamiento deductivo (antecedente nítido de Sherlock Holmes), capaz incluso de deducir el curso de los pensamientos de su acompañante. Como Holmes, Dupin se muestra muy crítico y paternalista con la policía. La policía, dice, consigue generalmente sus objetivos por mera insistencia y actividad, pero su modelo de inteligencia carece de educación. "La verdad no está siempre en el fondo de un pozo", sentencia. El caso que se presenta es el clásico crimen en una habitación cerrada. Madre e hija aparecen salvajemente asesinadas en una casa cerrada por su interior y no han sido robadas, a pesar de que acaban de sacar una gran cantidad del banco. Este último hecho hace que las pesquisas de la desconcertada policía se dirijan al empleado del banco que las atendió y acompañó hasta casa. Sin embargo, Dupin, después de inspeccionar el lugar, encuentra que el criminal ha podido entrar por una ventana, que solo aparentemente está condenada. Además, por el relato de los testigos que afirman haber oído voces que a todo el mundo le parecen extranjeras, sospecha que los crímenes han sido cometidos por un simio. Pone un anuncio en la prensa y se presenta un marino que viajaba con un orangután que se le ha escapado y que tiene que confesar que siguió al simio y le vio entrar en la casa de las mujeres.
EL MISTERIO DE MARIE ROGET presenta igualmente un caso de Dupin, esta vez difícil no por lo extraordinario (como el de la rue Morgue) sino por lo ordinario: aparece en el Sena el cadáver de una dependienta de perfumería que había desparecido de su casa y que ya unos años atrás había estado ausente durante una semana. Dupin, en esta ocasión, construye su deducción en contra de las especulaciones de la prensa, aunque basándose en los datos que ella transmite: "No debemos olvidar que, por lo general, el fin que nuestros periódicos persiguen es el de impresionar a sus lectores y atraer la atención, antes que favorecer la causa de la verdad". En primer lugar, Dupin rebate la idea que transmite la prensa de que pese a las apariencias, el cadáver aparecido no es el de la perfumera Marie, "aunque negarlo parezca más profundo". Y reitera la filosofía del relato anterior: "Repito que es un hecho positivo el que la mayor parte de la verdad nace de lo superficial, de lo indirecto". También rebate la teoría de que unos jirones de la ropa de la muchacha, encontrados en un parque, muestren que ése fue el lugar del crimen, pues están claramente arrancados y colocados a propósito, tratando de que el crimen parezca la obra de unos pandilleros que esa misma semana han dado un susto a otra muchacha. Dupin reduce el caso a buscar el dueño de una determinada barca (desde la que se tiró el cadáver), que resultará ser, como se pensaba, del amante de la muchacha, el mismo con el que desapareciera años atrás.
LA CARTA ROBADA es otro caso de Dupin, en el que se sigue más que nunca la reiterada máxima de que la verdad no está siempre en el fondo de un pozo. El prefecto de policía consulta a Dupin su desconcierto ante un caso de importancia política (y Dupin responde con ironías sobre la habilidad de la policía). Un maquiavélico ministro está chantajeando al jefe de estado gracias a que ha robado una carta que compromete a éste con su esposa. La policía ha contratado ladrones para que asalten y registren al ministro, ha levantado el suelo de su casa y ha explorado las paredes y la madera de sus muebles, y ha sido imposible encontrar el papel. Con una simple visita, Dupin, que sabe que el ministro es de una astucia inusual, encuentra la carta: estaba encima de la mesa del despacho, colocada como un documento más, sin importancia y, eso sí, doblada del revés y escrita por el reverso. Dupin la sustituye por un documento parecido y se la lleva.



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