La Hora Azul
(Alonso Cueto)
Adrián Ormache es lo que cualquiera llamaría un triunfador. Socio de un conocido estudio de abogados, felizmente casado y padre orgulloso de dos hijas que no le dan sino alegrías, su vida discurre entre restaurantes de lujo, vacaciones en el Caribe y un hogar en el que nada parece faltar. Lo único que proyecta una suerte de incómoda sombra en los tonos pastel de su vida es el recuerdo de su padre. Aunque ha muerto hace muchos años, Adrián evita incluso recordar a aquel militar de clase media y modales vulgares que nunca encajó con el perfil de su madre, a la que hizo muy infeliz. Elegante, discreta, hija de una familia acomodada y conservadora limeña, se encargó eficientemente de llenar los vacíos de un hogar que se quedó muy temprano sin la figura paterna. Es justamente la muerte de ella la que abre un nuevo capítulo en la vida de Adrián y lo lleva a descubrir el mundo del dolor, el crimen y la injusticia sufrida por quienes vivieron los horrores de la guerra de la cual su padre fue parte. Una carta extorsionadora dejada en un descuido (¿o tal vez adrede?) es el punto de partida de una búsqueda cuyo móvil parece el temor al escándalo, pero que en realidad es una sensación de culpa heredada que despierta la necesidad urgente de conocer más a fondo la figura hasta entonces vaga e incómoda del padre, que se dibuja como la de un verdadero crápula, a juzgar por los comentarios que va recogiendo. En este camino hacia la verdad de su padre Adrián inicia, sin darse cuenta, un sendero paralelo hacia el conocimiento de sí mismo. Después de una serie de peripecias propias de una novela policial, encuentra a Miriam, una humilde muchacha ayacuchana secuestrada y violada por su padre años atrás, que logró escapar del cuartel donde éste la tenía. En un intento por paliar de algún modo el enorme dolor que descubre en ella, se ve envuelto en una relación que termina confundiendo sus propios sentimientos. Hacia el final de la novela Adrián ha sufrido un cambio irreversible. La experiencia vivida no solo le ha permitido reconciliarse con la imagen de su padre, con sus virtudes y defectos; el contacto directo con ?sobrevivientes? como Miriam le ha abierto los ojos a la enorme distancia que separa a quienes, como él, ven al Perú desde un palco y aquellos que viven ?del otro lado?. El relato comienza con un estilo policial de frases muy breves, secas y objetivas, pero de gran dinamismo; consiguen ?enganchar? al lector. Más adelante se suaviza, las frases y los diálogos se extienden, las descripciones adquieren matices subjetivos a través de metáforas y símiles. El tono es más característico de una novela. Las expresiones del habla andina, así como la caracterización de los personajes del interior resultan mejor logradas que las de la burguesía limeña. Cueto intenta, al parecer, darle un toque mágico-andino ?no muy exitoso- al relato, al incluir inesperadamente un episodio en el que una extraña mujer lo instruye sobre los misterios de los bailarines de tijeras. La novela de Cueto, a pesar de que podría rayar en lo inverosímil, significa una denuncia de las terribles secuelas de la violencia. No se extiende innecesariamente en descripciones morbosas sobre torturas y violaciones. Sí profundiza, en cambio, en las marcas imborrables que quedaron en quienes pasaron por el infierno y vivieron para contarlo, aquellos como Miriam, a quienes la vida se les fue dejándoles el cuerpo. El valor de esta historia -basada en un caso real- radica en el llamado imperativo a la reflexión y, más aún, a la acción. Los años de violencia fueron ciertamente terribles, pero dejaron una secuela que resulta todavía más desgarradora: una generación herida de muerte. Miriam es el retrato de esa generación. Sabe que sus heridas no sanarán, que su dolor es incurable y contagioso, y no quiere ese futuro para su hijo. Nos deja, a través de Adrián, la misión de salvar a aquellos que todavía pueden ser salvados. +++
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