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El General En Su Laberinto
(GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ)

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Obra basada en una seria y larga investigación sobre la vida de Simón Bolívar. No obstante y en la medida en que se conjugan hechos históricos con la imaginación del autor, no puede decirse que se trata de un texto de historia sino de una Obra literaria del genero narrativo, pero ello, de manera alguna, disminuye el rigor histórico de la narración, máxime cuando de Gabriel García Márquez se trata y quién precisamente en la obra cuenta cómo y para lograrlo, estuvo antecedida de siete versiones.

Si a pesar de las anteriores aclaraciones el lector espera encontrar otra biografía simplemente mitificadora y engrandecedora del padre de la patria, esta llamado a sucumbir, sin oponer resistencia, en el oficialmente temido aspecto humano y cotidiano de un hombre cuyas versiones académicas omiten que de la gloria, sin transición alguna, pero sin disminuir su gran obra, inicio una rápida decadencia personal, económica, política y militar.

Para ello, el autor inicia su obra ubicando a Simón Bolívar en Santa Fe (hoy Bogotá) el 8 de mayo de 1830, día en que sin destino claro emprende su ultimo viaje tomando la ruta al mar y casi dos meses después de abandonar la casa de gobierno por la puerta de servicio, para no ser observado por quienes agasajaban al nuevo presidente.

Durante los ocho días previos al viaje, se muestra a un héroe no solo extremadamente mermado en su salud sino vituperado por la ingrata e ignorante población que a su paso le grita ?longanizo? y le lanza boñiga de vaca acusándolo de querer una presidencia vitalicia para dejar finalmente a un príncipe extranjero, de promover la desobediencia civil y fingir marcharse a Venezuela para organizar desde allí, una toma violenta del poder que le fuera negado por el Congreso. A tal extremo llega su situación, que el día de su partida comenta con su inseparable servidor, José Palacios, cuando empacaban el equipaje, que nunca hubiera creído que tanta gloria pudiera caber dentro de un zapato. Y para ratificar tan cruda realidad lo estaba esperando su salida de Santa Fe, pues, a los gritos de longanizo, lo acompaña el hecho de cabalgar en una mula y parecer más el servidor de José Palacios que el propio libertador.

Así se inicia el acompañamiento del libertador durante siete meses de trayectoria, que, afligida por su estado de salud, se hace insoportable con la inevitable comparación que procuran los recuerdos de gloriosos recorridos y amores en los mismos lugares.

Pero si bien Gabriel García Márquez con su magistral estilo muestra la inutilidad de una revolución a destiempo, la soledad y frustración de su gestor, también es que resalta la grandeza de un hombre que pese a estar ad portas de la muerte y la conciencia de las condiciones en que ello ocurriría, aún le subsisten fuerzas para esperanzarse con las pequeñas e ingenuas victorias de sus aliados, que, como él, se resisten a ver derrumbado el sueño de conformar un solo país llamado América; empresa en la cual y según sus propias palabras, jamás había mostrado contradicciones o dudas.

En fin, como diría el crítico literario Wilderson Archbold <García Márquez aprovecha los días finales del libertador para meditar sobre lo efímero de la gloria y el poder. Examina la condición humana de un hombre que saboreó la sensación de inmortalidad, recibió todos los honores y luego fue abandonado.> Ingrata e injustamente abandonado, concluirán muchos.

En efecto y para tomar dos ejemplos de los tantos que ofrece el premio Nóbel, por una parte, Francisco de Paula Santander, principal enemigo de Bolívar o Casandro como le decía él, y quién representando la aristocracia criolla dirigía la fracción separatista por evidentes intereses personales, solo tuvo que esperar la muerte de aquel para retornar jubiloso del exilio a que Bolívar lo había condenado previa conmutación de la pena de muerte, por habérsele comprobado su participación directa en el intento de asesinarlo cuando era presidente por elección legal que le hiciera el Congreso. De otra, Bolívar, por el sólo hecho de haber sido el procurador de la emancipación Americana, no merecía un funeral con fondos provenientes de una colecta pública, de la cárcel y la carnicería.

Para concluir, así como Gabriel García Márquez dedica su libro a los últimos e infelices días del héroe de las Américas, de igual manera, hace referencia al final de sus mas inmediatos allegados de quienes dice, terminaron sus días como si una maldición contagiosa los hubiese perseguido:

José Palacios, responsable de la ropa y los cuidados de salud del General, vivió sumido en el alcohol y de la caridad pública hasta los 76 años, cuando murió en un sitio para mendigos licenciados del ejercito libertador.

Fernanda Barriga, cocinera del libertador, terminó sumergida en un luto interminable y también viviendo de la caridad pública, hasta morir a la edad de 101 años.

Manuela Sáenz, amante y compañera del general, fue desterrada por Santander inmediatamente después de asumir el poder. Terminó sus días en Paita, puerto ballenero del pacifico peruano, donde moriría invalida y de peste a los 59 años. En dicho lugar, tuvo la fortuna de conocer a Herman Melville, quién por aquellos años, se encontraba navegando y documentándose para años más tarde escribir Moby Dick.



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