El Hombre Que Cayó Del Cielo
(Silvina Echaiz)
Cuenta la leyenda que algún tiempo atrás hubo un hombre que sin dejar huella cambiaba la forma de vida de los lugareños. Alcanzaba a ver más allá que las golondrinas emigrando, que el cóndor sobrevolando. Quizás tenía un don del que no estaba enterado pero el hecho es que forjó el destino en cada lugar por el que piso. Muchos hombres supieron de él, pero su nombre pasaba desapercibido; aunque eso no era lo importante ya que buscaba en la gente, en las ciudades. Pero era en su soledad donde encontraba.
Cuando entre la gente pasaba desapercibido se volvía para sí a buscar otro camino, caminos en subida, caminos cortos, con curvas, pero generalmente largos caminos que recorrer para llegar a destino. Pero para encontrar la luz, para eso tenía que arremangarse, y cuando ésta llegaba, el ya se encontraba partiendo hacia otros rumbos donde siempre encontraría algún lugar en que se sintiese necesario. El tiempo fue pasando y a medida que pasaba sus descansos se hacían mas frecuentes, su barba llegó a ser tan blanca como la nieve y el cansancio de tantos años pesaron en sus viejos huesos, ayudado por una rama que hacía de bastón caminó atravesando ríos y bordeando lagos, tomó un sendero que dirigía a la gran montaña; Dios lo convocaba. Poco a poco fue llegando al cima de la montaña. Cuando llego observó todo desde arriba y pudo ver la extensión de la tierra entera. Se sentó en una roca tomando un puñado de tierra; ni bien la tuvo en sus manos, se desvaneció para retornar a su reino, dejando verdes las praderas.
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