La Lección Inaugural
(Roland Barthes)
La lección inaugural A propósito de la inauguración de la cátedra de semiología lingüística del College de France 7 de Enero de 1977 Se presenta como un sujeto incierto que ha trabajado en distintos campos: literario, lexicológico y sociológico. Y que ha producido ensayos. Priva la alegría por sobre el honor, pues se reencuentra con autores queridos. Una segunda alegría es motivada por ingresar a un lugar Fuera del poder Hablar e investigar fuera de toda sanción institucional implica también ejercer cierto poder. Se pregunta si el discurso puede desprenderse de todo poder. Su propósito es hablar acerca del poder. Para la modernidad en su ?inocencia?, habla del poder como si fuera uno. Para Barthes el poder es plural Lo denomina el discurso de la arrogancia. El poder está en todos los rincones de la sociedad. (En el Estado, las clases sociales, los grupos, las modas, los espectáculos, los juegos, los deportes etc.) Muchos esperan que los intelectuales actúen contra el poder. Barthes señala que la guerra es contra los poderes Este poder es perpetuo en el tiempo histórico, expulsado, reaparece y jamás perece. La razón de esto es que el poder es el parásito de un organismo transocial, ligado a la historia del hombre. Ese objeto en el que se inscribe el poder es el Lenguaje y su expresión obligada: la lengua. El lenguaje es una legislación, la Lengua su código. Por su estructura misma la lengua implica una fatal relación de alienación. Hablar no es comunicar sino sujetar (ejercer un poder). La lengua como ejecución de todo lenguaje, no es reaccionaria ni progresista, es fascista ? pues no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir. Aún en la profundidad de la intimidad del sujeto, la lengua está al servicio de un poder. Y se observan dos marcas: La autoridad de la aserción (la afirmación) y la gregariedad (lo social) de la repetición. Al hablar esas dos marcas se reúnen en el enunciador: El que enuncia: afirma, confirma y repite. El hombre en este sentido no es libre. No tiene posibilidad de libertad pues no puede estar fuera del lenguaje. La única chance que tiene el hombre es hacerle trampas a la lengua. Esa trampa Barthes la denomina: Literatura. La Literatura es la marca de una práctica, la práctica de escribir. Esa práctica es un texto, un tejido de significantes que constituyen la obra. El texto es el afloramiento de la lengua. No hay diferencia entre literatura, escritura o texto. Las fuerzas de la libertad que se hallan en literatura no dependen del escritor, de su compromiso político, ni del contenido ideológico sino del trabajo de desplazamiento que ejerce sobre la lengua. La literatura tiene tres fuerzas, y Barthes la ordena según tres conceptos griegos. Mathesis; Mimesis, Semiosis. La literatura toma a su cargo muchos saberes: ejemplo: En Robinson Crusoe existe un saber histórico, geográfico, social, técnico, botánico, antropológico etc. Todas las disciplinas están presentes en la literatura y por esto la literatura es absoluta y categóricamente realista o sea el resplandor de lo real. A diferencia de la ciencia que posee un saber que no es completo ni final, la literatura no sabe algo sino que sabe de algo: lo que podría llamarse la argamasa del lenguaje. La segunda fuerza de la literatura es su fuerza de representación. Desde siempre la literatura se preocupa por representar lo real. Lo real no es representable. No se puede hacer coincidir un orden pluridimensional (lo real) con un orden unidimensional (el lenguaje): Los hombres no se resignan a esa falta de paralelismo entre lo real y el lenguaje y este rechazo produce en una agitación incesante, la literatura. La literatura es realista en tanto y en cuanto tiene a lo real como objeto de deseo y también es irrealista pues cree sensato el deseo de lo imposible. Ninguna ?historia? de la literatura podría expresar la importancia de la escritura como práctica. Cambiar la lengua es cambiar el mundo. Para eso hay que apropiarse de varias lenguas: ejemplo el francés hablado y el escrito. Allí la sociedad puede ser libre para apropiarse de todos los lenguajes según sus deseos y esto es por supuesto utópico. La utopía no preserva de la ley y así los escritores son recuperados por la institución y el único camino que queda es la obcecación y el desplazamiento. A esto Barthes lo denomina una deriva y una espera. Esta obcecación obliga al desplazamiento (esto se conecta con lo que postula en El placer del texto: una literatura de goce y otra de placer. La tercera fuerza de la literatura es semiótica y reside en actuar los signos, en instituir en la lengua servil, una heteronimia (otros nombres, otras palabras, una pluralidad). Barthes señala la fragilidad de las ciencias humanas. La semiología como ciencia de los signos ha surgido de la lingüística: pero esta está a punto de estallar por desgarramiento: Por una parte, se halla atraída hacia un polo formal y por otra se llena de contenidos siempre más numerosos y alejados de su campo original. Pues la lengua, como objeto de la lingüística, es lo social mismo. Es así como la lingüista se desconstruye y esta descontrucción de la lingüística Barthes llama semiología. Hay que destacar que para Barthes lengua y discurso son indivisibles porque se deslizan según el mismo eje de poder.
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