El Príncipe Feliz Y Otros Cuentos
(Oscar Wilde)
Estas primeras obras de Oscar Wilde visitan de lleno el territorio de los cuentos de hadas, aunque todas son de una simplicidad y sobre todo de un moralismo tan explícito e ingenuo que las distingue claramente de las viejas obras de los Grimm y Andersen, de trasfondo mucho más complejo. Todos los relatos coinciden en el tema del sacrificio por los demás, un sacrificio que, para que no haya duda (la moral cristiana no pretende que las cosas se hagan gratis), queda claramente recompensado en la mayoría de las historias.
En El príncipe feliz, la estatua cubierta de piedras preciosas que representa a un príncipe entrega sus riquezas, por medio de la golondrina, a gente en gran necesidad, con lo que se empobrece y se gana el rechazo de los que antes estaban orgullosos de él. La golondrina, por ayudarle, se queda al llegar el invierno y muere. Los dos encuentran recompensa en la otra vida.
En El ruiseñor y la rosa, el ruiseñor da su vida para que el estudiante consiga la rosa de la que se ha encaprichado su princesa amada: una rosa roja, que es el único color inaccesible en el reino y que sólo se logra con sangre. La princesa encima se mostrará desagradecida y rechazará el regalo.
En El gigante egoísta, el gigante no deja jugar a los niños en su jardín. Como castigo, el invierno se queda permanentemente en él. El gigante recitifica y deja que los niños jueguen. Morirá feliz en el mismo jardín y un niño-Cristo vendrá a llevarle al cielo.
En El amigo abnegado, el molinero abusa constantemente de la amistad de Hans, con la excusa de que le va a regalar un objeto que le sobra. Hans muere, a causa de esos abusos, y el molinero se luce en el entierro y presume de haber sido su gran amigo.
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