Cubiertos Para Dos.
(Susana Parducci.)
Todos los días la misma hermosa costumbre. La comida compartida del mediodía, era un hecho complicado en las vidas del matrimonio García. Sus variadas ocupaciones laborales no les permitían, sino el encuentro esperado de la noche. Áquel dónde se contaban sus preocupaciones diarias, sus vivencias cotidianas; donde podían reencontrarse con ese momento mágico, de la mesa para dos. Día tras día, María cubría la mesa con manteles agradables, platos y los cubiertos de plata (regalo de casamiento familiar); velas, flores... Día tras día compartiendo risas y comida. Descubriendo, en lo cotidiano, el amor incomparable que no mermaba, a pesar de sus veinticinco años de casados. Esa noche Jorge no estuvo a la hora de siempre. ¿Un trabajo imprevisto; tránsito pesado? María esperó impacientemente por dos horas. Dos largas y extenuantes horas... sin respuesta a sus llamados constantes: a su celular; a su oficina. Dos eternas horas y el sonido del teléfono. María con el tubo en la mano escuchando lo imprevisible; lo irremediable. Envuelta en llanto pasó días; hasta que su corazón le dijo que no podía seguir así. La vida continuaba. Esa noche puso la mesa como de costumbre; dos cubiertos; dos platos; música, flores frescas... La vida continuaba para ella; y en su desquiciada mente para él también. Dos hombres de blanco la buscaron un día. La llevaron con tranquilidad... sin resistencia. Tan sólo pidió algo antes de recluirse en áquel desconocido lugar:- ¿Puedo llevar cubiertos para dos?- dijo con la mirada perdida. Los médicos entendieron al instante. Todo el ambiente estaba preparado, como para recibir a otra persona. Cubiertos para dos, recuerdos imborrables para una sola persona...María.
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