El Regreso Del Hijo Prodigo 4
(Autor: Henri J. M. Nouwen)
Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt 4 ¿A quien pertenecemos?, ¿A Dios?, ¿al mundo? De una u otra manera estamos ligados al mundo y cada individuo desarrolla su propio mundo espiritual ante la necesidad que tenemos por entender nuestra realidad. Es cuestión de fe. El condicionamiento sobre el amor en este mundo siempre prevalecerá ya que el ser humano basa sus afecciones sobre los ?sis?. Si eres rico te quiero, si eres guapo, si eres inteligente, lindo, si tienes buena salud, si?. Esta posición condicionante nos esclaviza y nos ata al mundo, a ese mundo que fomenta las adicciones. Sin ellas creemos que no puede satisfacerse lo profundo del corazón y constituyen en nuestra realidad las bases fundamentales para la ?realización personal?: Lograr poder, status económico, social, etc. En la búsqueda incesante por satisfacer estas ?adicciones?, fracasamos rotundamente cuando buscamos satisfacer necesidades más profundas, vivimos y buscamos esas necesidades en el ?país lejano? enfrentando constantes desilusiones sin lograr realizarnos porque hemos estado siempre, durante nuestra búsqueda muy lejos de la ?casa del padre?, por esta razón cada uno de nosotros se convierte en el ?hijo pródigo? cuando lucha por encontrar la satisfacción personal donde no puede hallarse. Todos hemos recibido grandes regalos de Dios, es de admirarse cómo gozamos de salud, de aptitudes para la música, la pintura, dones intelectuales y emocionales. Aún así seguimos rehuyendo la casa donde nos aman, donde nos tratan como hijos de Dios. Todos estos ?dones? los ponemos a otro servicio, para impresionar a otros y experimentamos el sentir un ?no? rotundo al amor del Padre, es una rebelión, que nos hace vivir en un ?país lejano?. El cuadro refleja no solo el regreso sino el final de esa ?rebelión?, escena en la que las manos siempre estuvieron extendidas, incluso cuando no había hombros donde apoyarlas. Dios nunca las retiró, jamás dejó de considerar y de esperar a su hijo amado. Tampoco podía obligar a nada porque no podía forzar su amor. Dentro de ese inmenso amor esta la permisión de dejarle marchar en libertad. ?tú eres mi hijo amado, en quien me complazco?.
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