Bola De Fuego
(Klaus-Peter Wolf)
El dolor del recuerdo era peor que simplemente inaguantable. Jens Roth seguía viendo aquella escena como si la estuviera volviendo a presenciar; a su padre abrazado por las llamas del fuego y cómo moría ante sus ojos sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Como su cara y sus facciones eran devoradas por el fuego y de su garganta salían los horribles chillidos que tantas pesadillas le habían provocado. El trauma de una vivencia semejante era enorme, además, ahora era azudado por una extraña y sin sentido oleada de incendios provocados que invadían la ciudad; esto había convertido al joven en una barca a la deriva de su propia depresión y desesperación. Una barca a punto de hundirse el fondo del más profundo océano conocido por le hombre. Nada resultaba seguro. No había dónde refugiarse, como si el mundo real se hubiera detenido y todo estuviera a punto de estallar bajo el potente impacto de una bola de fuego. Había visto morir a su padre, una muerte horrible a manos de un elemento poco menos que invencible: el fuego. Los desgarrados gritos de su progenitor resonando en el eco de su cabeza, desgarrándole a él como si él mismo estuviera siendo abrazado por las llamas. Su desesperación y la sensación de impotencia que lo embargaban no podían abandonar su cuerpo, maltrecho. Aquello no era una alucinación, era un castigo por algo que él no lograba comprender. O tal vez si lo comprendía? ¿Acaso no era él quien había abandonado a su padre en las garras del fuego, sin darle el más mínimo auxilio? Si, si lo era? Y es en la consulta de su psicóloga, Sylvia Cansen, donde todo tiene sentido; el único sitio donde él ocupaba un lugar especial. Su constancia y las interminables sesiones que mantenía con ella sería lo único capaz de mantenerle a flote y hacerle entender su propio rompecabezas.
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