La Posibilidad De Una Isla
(Michel Houellebecq)
La última novela del mitificado Houellebecq destaca por su tendencia a las frases redondas y contundentes en las que martillea una y otra vez su ideología de existencialista aterrorizado por el paso del tiempo y por la esterilidad del mundo al que pertenece, así como su vocación de reaccionario cínico y arrogante, a lo Celine, obsesionado con la juventud, el sexo y la comodidad. Para Houellebecq, "en este universo nadie está cerca de nadie. Y "a cualquier observador imparcial le resulta evidente que el individuo humano no puede ser feliz, que no ha sido en absoluto concebido para la felicidad, y que su único destino posible es propagar la desgracia a su alrededor, haciendo que la vida de los demás sea tan intolerable como la suya propia; y por lo general sus primeras víctimas son sus padres". Houellebecq no duda de que la raíz de todos los males es "biológica e independiente de cualquier transformación social" . Y por ejemplo: ....el niño es una especie de enano vicioso, de una crueldad innata, en el que se dan cita inmediata los peores rasgos de la especie y del que los animales domésticos se apartan con sabia prudencia". Como protagonista de la historia, Houellebecq crea un alter ego de sí mismo, Daniel, no escritor sino humorista, quien desde la pobreza ha accedido a la fama gracias a espectáculos de cómico entertainer siempre basados, como sus novelas, en cuestiones escabrosas y polémicas, y que se califica a sí mismo de anarquista de derechas. Así podemos saber cómo ve el propio escritor su posición de icono literario de la actualidad, creado por la estupidez de los mismos medios de comunicación de los que él se burla: Si agredes el mundo con suficiente violencia, dice, él te acaba soltando su cochina pasta; pero nunca, nunca te devuelve la alegría. A este Daniel, casi cincuentón y muy poco sexy, le cae poco menos que del cielo una amante joven y explosiva, la española Esther, que no se sabe por qué (salvo para dar forma a las fantasías de reprimidos que caracterizan la obra de este autor), en un mundo tan cínico e interesado como él que Houellebecq describe, se lía con él sin pretender dinero ni influencia, a pesar de que a su paso los hombres más guapos y jóvenes se van rindiendo ante su actitud de belleza liberal, sin bragas ni prejuicios. (Para este autor, que la prensa considera cronista de la verdadera actualidad, los adolescentes y veinteañeros viven en una orgía continua, disfrutando sin pausa de la riqueza de sus cuerpos). El humorista Daniel ha tenido previamente un romance con una periodista de su edad, a la que pronto abandona y que se deprime en cuanto se ve incapaz de seguir manteniéndose en buena forma para seguir siendo una mujer deseable, se mete en drogas y finalmente se suicida. "Juventud, belleza, fuerza; los criterios de amor físico son exactamente los míos que los del nazismo", dice la novela en otro momento. En sus visitas turísticas a Almería y Lanzarote, el humorista Daniel entra en contacto con una secta religiosa que está encantada de tener un VIP entre sus adeptos para obtener más cancha en los medios de comunicación. La secta está dirigida por un típico santón, igualmente obsesionado por el sexo, que se acuesta con cualquiera de las bellísimas jovencitas que siguen sus mítines y que (tampoco se explica por qué) se muestran encantadas de abrírsele de piernas. El novio de una de éstas, loco de celos, degüella al santón y provoca un problema en el interior de la secta que los mandamases resuelven declarando que el que era hijo del muerto es en realidad el muerto resucitado. La secta además practica la investigación biológica y pone en marcha un sistema de replicación de los seres humanos, similar a lo que conocemos como clonación, para crear lo que llaman una nueva neohumanidad. Precisamente, alternados con los relatos en primera persona de la vida de Daniel, encontramos los comentarios de dos futuros clones de éste, emitidos dos mil años después. Estos serán los que acaben de narrarnos la historia: Daniel se suicida cuando la guapísima Esther se cansa de él y deja unos poemas en los que añora la posibilidad de una isla de felicidad en un mundo de tristeza (algo así como lo que el existencialista más veterano Mario Benedetti llamaba la tregua). Los clones además nos van describiendo cómo es el futuro del ser humano: la especie ha ido poco a poco desapareciendo; sólo quedan los llamados neohumanos, clones de hombres del pasado que viven sin contacto entre ellos y vuelcan su escasa capacidad de amor en animales de compañía que también replican una y otra vez. La novela, de iniciarse de manera amena, gracias sobre todo a las boutades con que es adornada, se va haciendo más aburrida a cada paso, de manera que últimas páginas, en las que se describe el desolado mundo futuro, son muy difíciles de soportar.
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