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El Árbol
(Slawomir Mrozek)

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Cuentos muy peculiares, de muy pocas páginas (entre dos y siete), todos ellos sazonados de un vivo humor procedente de una visión en cierto modo kafkiana de la sociedad y de un escepticismo socarrón. Además son un despliegue de fantasía (a veces, demasiado descarada, puesto que el humor y la intención crítica prima sobre cualquier tipo de verosimilitud o mesura) y una muestra de la inclinación al diálogo de este autor polaco (famoso también como dramaturgo).
En El árbol, uno de los más cortos, el protagonista defiende a tiros el árbol que el ayuntamiento le aconseja talar para que no suponga un peligro en la autopista que ha transformado todo el paisaje de su niñez. En Eso no se hace, que resulta uno de los más satíricos, el protagonista, convencido de que le fotografían los satélites, decide pedir a la Nasa una foto para un trámite burocrático personal, de las cientos que se supone que le han hecho en secreto a lo largo de su vida, y como no le contestan, enseña el culo a los supuestos satélites que todo lo ven. En La esperanza, el protagonista recibe por correo una serie de sobres que contienen todos ellos un papel en blanco y aunque se cansa de la bromita, no se atreve a romperlos sin abrirlos por la posibilidad de que alguna vez contengan algo; cuando tira a uno al agua, luego se arrepiente y tiene que buscarlo entre el barro.
La guardia en la montaña habla de tres hombres que toman distintas posturas ante una luz inexplicable que aparece en el horizonte; el que muestra más curiosidad va a ver qué es y desaparece y al día siguiente se ven dos luces. En El intervalo, dos luchadores interrumpen su combate en postura insólita y durante toda una noche, y en el nudo que forman con sus cuerpos, parecen dotados de una repentina sabiduría que les conduce a recitar a Hamlet y hacerse preguntas filosóficas.
En El octavo día un hombre se va autoconcediendo nuevos días de descanso, puesto que el domingo y el sábado le parecen insuficientes, y cuando llega a concederse los siete días de la semana, se lamenta de estar limitado a no poseer más días de descanso por semana y exige a Dios que cree un octavo día. En La fotografía, el protagonista descubre que no puede cambiar la postura que mantiene porque en realidad es una fotografía que está siendo observada por quienes en el momento de tomarla todavía no habían nacido... Y así hasta un total de cuarenta y dos cuentecillos, todos muy amenos y unos más imaginativos y divertidos que otros, en apenas ciento sesenta páginas.



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