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La Casa De Carton
(ADAN;MARTIN)

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José Carlos Mariátegui nos dice, en el colofón escrito para este libro, que el publicar una obra como La Casa De Cartón a los 19 años, no es una aventura, pues aseguraba que su autor tenía todo bien planificado y que sabía sería un libro exitoso. Pero creo, si bien no fue una aventura publicarlo, fue una aventura (y arriesgada) escribirlo, pero aventura mucho más apasionante, leerlo. (Aunque reniego de mi tiempo, de no haber podido leerlo en el momento que salió editado ? 1928 ? o en el año que salió la edición del libro que tengo ? 1971 ? pues ahí, hubiera revuelto en mi alma mucho más cosas, que hoy, por cuestiones de ambientación, no se alteran de la misma manera, pero trato, trato y a veces se logra: viaje ínter temporal) Pero igual, este libro, sin dudar, fue una sorpresa.
Ya ha principiado el invierno en Barranco, así empieza Martín Adán su esquema casi biográfico de Barranco, de su gente, de sus lugares, y entonces no puedo negar que ese es un factor influyente en mi lectura, el cual me atrapó de manera singular al iniciar la primera página. Pero ese grato sentimiento no sabía a que se enfrentaba, mi agrado fue creciendo con cada palabra, cada palabra, exactamente.
Es un libro, prosa, narrativa, pero Martín Adán es poeta, poeta esencial, y al leer este cartoncito, no cabe duda de eso: todo es poesía, por donde se mire, como se mire, es poesía íntegra, misteriosa y arriesgada. Si bien es una historia que propone su inicio y final, hay cierta discontinuidad cósmica (deleitable), de la cual Mariátegui asegura: Su desorden está previamente ordenado.
Todo eso, si bien se muestra como algo interesante en la literatura vanguardista de Martín Adán, no es el corazón rojo y vibrante que latía en mis ojos a la vez que avanzaba la lectura. La exploración en el idioma, eso es. El autor toma las palabras, las descubre, las capta, las domestica, las saborea, las goza y sufre, las dispone a su antojo creando una atmósfera rítmica, vivaz. Y sólo con diecinueve años. Pues ahí hay una estructura básica, la mejor de todas las escuelas del idioma: leer. Se descubre su aprovechamiento en sus estudios de humanidades y su aprecio a autores clásicos que se aventuraron en el idioma castellano (Góngora, Quevedo), como también se escucha resonante el eco de Eguren y Valdelomar, procuradores de la valentía al riesgo.
Si se quiere leer a Martín Adán, si la poesía atrae a los sentidos y este nombre resuena con signo de interrogación, no hay mejor que iniciar, al igual que él, con este libro. La llave de esta casita está escondida en algún lugar que podemos descubrir sin mucho esfuerzo. Vale la decisión de aventurarse.
Dejo una muestra de su poesía, que deja huella no sólo de él, si no entre esas líneas borrosas, líneas mías, mezcladas (innecesario quizás decirlo) para conocer a Martín Adán o a Rafael o a un alma que vivió en un cuerpo, pero que es una sin nombre, sólo vida, esa que transcurre en muchos de nosotros. (Y el tiempo sigue distanciado las manos, pero acerca a través de las palabras, sentimientos, con algo de frío, que se acaloran al descubrir ese aire)



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