La Hoja Roja
(Miguel Delibes)
Pepín Vazquez decía que la jubilación es la antesala de la muerte, pero, como son las cosas, él se fué sin guardar antesala. Poldo Pombo, el sportman, pese a las poleas gimnásticas del doctor Sandon, recomendadas por las principales celebridades médicas para el desarrollo muscular murió, tísico el 8 de febrero de 1929, y aún recuerda el viejo Eloy que decía "quién de los cuatro sobrevivirá a los demás?". Al viejo Eloy le ha salido la hoja roja en el paquete de papelillos de fumar, la que anuncia que no quedan más que cinco hojas. Pasó 50 años de funcionario en el servicio de limpieza de la ciudad y ahora, con el retiro y la miserable pensión, suele pasar las horas en la cocina con la Desi, la muchacha que vino del pueblo, cerca de la lumbre y el calor, porque ya lleva el frío en el cuerpo, escuchando las ocurrencias de ella, o enseñándole las letras para que lea, pasándose el pañuelo maquinalmente por la nariz, aunque a vez ella tenga que recordárselo. Y aunque Mauro Gil asegure que hoy día un hombre a los 70 no es un viejo, los paseos del viejo Eloy y su amigo Isías caminan despacio, como con desgana, y la conversación fluye asimismo despacio como con desgana. Su relación estaba hecha de silencios y acuerdos tácitos. Cada uno cuenta sus remedios para tratar con la barriga, que es perezosa, y varias generaciones se entrecruzan en este entramado cercano y cotidiano, aunque distante por la lejanía de los tiempos, más en calidad que en cantidad, desde luego, pero el ser humano, que siempre es el mismo, parece abrirse con una facilidad de párvulo para la narrativa poética del escritor Miguel Delibes.
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