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Crónicas Marcianas
(Ray Bradbury)

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Ray Bradbury, rey de la ciencia ficción más lírica, ofrece su cara más encantadora en esta serie de relatos, escritos a finales de los cuarenta, que en su conjunto trazan la historia de una ficticia colonización de Marte a finales del siglo veinte y principios del veintiuno. Para él, los marcianos son una raza ecológica que ha sabido detenerse cuando era preciso y que sólo vive para las pequeñas cosas, conjugando sin problemas la ciencia con la religión. Tienen canales que cruzan sus desérticos parajes, cubiertos de arena rojiza. Son pequeños, morenos y de ojos dorados y rasgados y sus voces son suaves y musicales. No ambicionan viajar fuera de su planeta ni conquistar nada, pero dominan la telepatía y disponen de barcos de arena y naves que les trasladan individualmente por los aires.
Después de varios relatos que narran los primeros contactos con el planeta, Aunque siga brillando la luna cuenta la llegada definitiva de los terrestres. Los astronautas encuentran a las ciudades marcianas mudas y las casas llenas de cadáveres, pues la varicela, contagiada por las anteriores expediciones, ha acabado con ellos. El arqueólogo Spender se identifica con los principios de la civilización derrotada y siente la necesidad de proteger aquel suelo de la voracidad de los humanos. Mata a algunos de sus compañeros y se refugia en las casas marcianas, pero asqueado de matar, se deja cazar por los astronautas restantes.
Encuentro nocturno sucede cuando ya se han creado las primeras colonias terrestres y narra un poético encuentro entre un joven terrestre que encuentra en un desierto a un joven marciano que marcha a una fiesta en un vehículo. Gracias a la telepatía marciana, pueden entenderse, pero no logran tocarse ni entregarse objetos uno a otro. al parecer, viven en planos temporales diferentes, aunque al marciano no le importa si él es el del futuro o el del pasado ni le inquietan las noticias que el terrestre le transmite de la aniquilación de su civilización (ni siquiera el terrestre sabe decirle en que fecha ocurre, porque sus calendarios son muy diferentes).
En El marciano una familia colona encuentra maravillada que su hijo muerto regresa a casa. La mujer, que vivía trastornada por la pérdida, no se hace preguntas y le admite, pero el hombre adivina que se trata de un marciano con poder de adquirir involuntariamente la identidad de la persona que alguien añora. El niño-marciano se niega a ir con sus padres al pueblo porque dice que puede caer en una trampa, pero ellos le obligan. La trampa se pone en marcha y, sin pretenderlo, el marciano se convierte en la hija de otra familia, también muerta y añorada. El padre de la primera familia logra convencer a la ahora muchacha de que vuelva con ellos, pero la segunda familia les persigue y a la caza se unen otras dos personas que también le buscan con otra identidad que antes había asumido. El marciano, después de irse convirtiendo en las diferentes identidades que buscan en él, muere ante los ojos de los terrestres.
En Los observadores encontramos a un mezquino ex astronauta convertido en propietario de un puesto de perritos calientes convencido de que va a enriquecerse mucho según lleguen más y más expediciones a Marte. Se le aparecen marcianos fantasmales en barcos de arena y le regalan títulos de más tierras de las que tiene. En seguida se da cuenta de que no sirven de nada: en la Tierra ha estallado una guerra total y cohetes y personas tienen que regresar para combatir.
En Los pueblos silenciosos, un minero regresa de su trabajo y encuentra que las ciudades de Marte están desiertas por el éxodo generalizado. Llamando por teléfono al azar encuentra a una mujer y piensa que puede formar una familia con ella. Pero la mujer resulta ser una gorda glotona y frívola y el hombre prefiere alejarse de ella y vivir solo.
El siguiente relato, Los largos años, tiene lugar veinte años después, con la guerra asolando todavía a la Tierra. Uno de los pocos habitantes que quedan en Marte es unarqueólogo que vive con su familia en una casa aislada. Éste recibe la visita de un astronauta que ha pasado varios años en Júpiter. Éste y su tripulación encuentran las tumbas de los verdaderos miembros de la familia del arqueólogo y descubren que los que viven con él son seres artificiales creados por él mismo para que le hagan compañía. Enfermo y avejentado, el hombre muere poco después y los astronautas no saben que hacer con los seres que imitan a la mujer y los hijos, y deciden dejarles allí, solos, como si fueran una familia auténtica.
El cierre de oro de la novela lo hace El picnic de un millón de años. Cuando la guerra ya ha desolado a casi toda la tierra, un hombre llega en un cohete con su familia, dispuesto a empezar en Marte de nuevo. Es la avanzadilla de un grupo de familias que están al llegar. Los niños piden a su papá que les muestre algún marciano y él les promete que así sera. En los párrafos finales, el padre hace que los niños miren el reflejo de ellos mismos en el agua de uno de los canales marcianos y les dice que ellos, sus propias imágenes, son los marcianos prometidos.



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