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Mis Memorias
(Miguel Mihura)

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¡Preparados, listos, ya! ¡Pum! Dos parroquianos echan una

carrera a ver quién alcanza los cien años de edad, cuyo

premio son unas pesetillas que subvenciona el
ayuntamiento.

al llegar a los 99, parece que uno flaquea, la tensión

crece, ay...

Cierto escultor se tiraba meses estudiando a sus
modelos

antes de tomar un cincel; eso es un escultor en
condiciones.

Las obras de teatro de antaño dejaban por el suelo el

derrame neuronal de sus autores, que solían ser media

docena, y al final del estreno salían vitoreados por la

masa, y en camilla por el esfuerzo realizado (ver

ejemplos...)

Pero, ¿y los grandes momentos de la vida, los ritos de

iniciación? Un día, un familiar se lleva al tierno
infante

en un aparte y, con aspecto grave y circunspecto, le

desvela uno de los grandes misterios de la vida: el

significado de la palabra ?patata?.

O la elección de una vocación, momento delicado que
llega a

todo mortal, en el que hay que despegarse de las

amantísimas faldas parentales y elegir una profesión,

circunstancia que al protagonista le hacen notar con

delicadeza a la tierna edad de cuarenta años.

¿Y la revolución? Los malditos capitalistas, dotados de

vampíricas cánulas, chupan la sangre a todo proletario
que

se ponga a tiro, a modo de delicado picnic o tentempié.
Y

es necesario amotinarse porque sólo dejan
cantar ?Ramona?,

y como quiera que los capitanes, ¡malditos! escapan en
una

balsa hecha de mondadientes, hay que tirarles aceitunas

para que no tengan más remedio que aceptar tan negro

destino acuático. Surréalisme pas mort.

Y así sucesivamente.

Al final, (bueno, más bien desde el prólogo) uno tiene
la

vaga pero persistente sensación de que este libro se
parece

a unas memorias como un inspector de hacienda a un kilo
de

alcachofas, pero ¡ah! el estropicio está hecho y entre

medias (aunque no todos los momentos sean memorables)

quedan un montón de buenos ratos, que compensan con
creces

los otros, esos que se llevará al olvido la facilidad,
el

costumbrismo, el absurdo automático.



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