Sudeste
(Haroldo Conti)
Sudeste es una historia de ?superación personal?, una historia ?ecologista? en el río Paraná, monstruoso dédalo de islotes, corrientes, bancos y juncos, que el autor sabe elevar a unas dimensiones épicas, si bien de una épica secreta: la vida casi clandestina de un hombre, uno solo. Su tiempo, que es el río. Su soledad, que es su barca. Para mí este libro entronca con cierta tradición de hombre- contra-naturaleza cuyo mejor y más maravilloso ejemplo sería Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes. Estos pescadores del Paraná son un poco como gauchos, como tuaregs dueños de un territorio que a su vez les ha moldeado a su manera. El protagonista, el Boga, es un misterio desde el principio, con una infancia ?mítica? trabajando con el anciano en los juncos, un personaje que muere sin haber llegado a recibir un nombre del narrador. El Boga mismo no sabe lo que quiere, lo irá averiguando según vive, y tampoco se le puede reducir a la categoría pura de ?pescador?: el Boga es un hombre, y pesca. Aunque aquello le va aburriendo cada vez más. Poco a poco, a tientas, descubrirá su objetivo, que no es otro que progresar, construir su futuro, un barco que pueda llamar suyo. No es un codicia ciega de propietario, es algo que le viene dado, que surge sin querer entre las cosas del mar: el "Aleluya", varado y semiputrefacto, esperándole. También aquí, en los trabajos por imponerse al medio, viene a la mente la bellísima Regain, de Jean Giono. Pero el Paraná es impetuoso, su corriente el río de Heráclito que arrastra sin vuelta atrás, con flujos y reflujos nos aleja de nuestros sueños, los desordena... El contraste entre los momentos de soledad ?que son muchos- y las breves conversaciones en cierto modo no es tal. El Boga se acerca a los hombres cuando necesita suministros, en diálogos secos y funcionales, endurecidos por el río caprichoso que no admite ñoñerías. Cuando otros se le unen, el Boga, incapaz del exabrupto, dejando que otros decidan, entra en una fase de anulación personal. Así que la visión de las relaciones humanas en este libro es negativa, pero sin rabia, algo así como resignada. Las cosas son como son y vienen como vienen. Gran autor, mundo propio, muchas ganas.
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