Cuentos Misteriosos
(Amado Nervo)
Cómo descansa los nervios el modernismo (y perdón, Amado mío, por la fácil etiqueta, manera de entendernos que tú mismo repudiabas, siervo de la imaginación solamente: pero los mitos, los avances tecnológicos, los parajes extraños, ah, ah...). En estos cuentos, la necesidad de un argumento apenas se interpone en la posibilidad de contar algo bello. Supongo que un cierto tipo de lector puede encontrarlos ?blandos?, ?fáciles?, ?sentimentales?, ?ejercic ios de estilo?, un poco (y perdón otra vez por el tópico) como en el caso de un Rubén Darío, buen escritor pero... ¿dónde está el boom final, dónde salta la liebre?. Sin embargo, el lector menos preocupado por atrapar a la liebre que de disfrutar todo el trayecto por el bosque, encontrará en esta manera de escribir un arte mayor, nada anecdótico. Que alguien pruebe a alargar deliciosamente una idea de la que pocos sacarían unas líneas. Ese ?acto de fe?, que de donde hay una diminuta noción saca un mundo, un paraje antes inédito para la imaginación, un festín del lenguaje. Metaforizaciones de las instancias psíquicas (El castillo de lo inconsciente, El obstáculo, Los esquifes, Cristal opaco), celebración de la ciencia que se siente ?gran hallazgo- íntimamente relacionada con la belleza, con la poesía (El país en que la lluvia era luminosa, o Diana y Eros (cuento astronómico), que regala a nuestro viejo planeta una bella luna adicional, verde esmeralda, profusamente documentada). También incursiones sobrenaturales que no buscan el susto o la angustia sino el ambiente, con una cierta ?inevitable- melancolía elegíaca (La novia de Corinto, Besos que matan). Y no se puede olvidar ese ángel con el ala rota, motivo que hace falta ser un genio para desarrollar con cierta gracia (por lo común del tema), y los toques humorísticos de El colmo o algún que otro comentario picarón perdido por ahí como quien no quiere la cosa, (un personaje que se mesa la barba, ?que queda muy bien en un texto?). También hay ucronías y ciencia ficción que no renuncian nunca a ese deje... sí, misterioso. Como dice el prologuista y antólogo, cargado de amor y de razón, cuentos que podrían creerse nimios pero luego crecen y se agrandan en la memoria y la imaginación, multicolores e inciertos como sueños. Tal vez esa sea una de las grandes salidas que le queda a la literatura, en esta sociedad atiborrada de ejes de coordenadas y de macguffins e inútiles certezas.
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