Anna Karenina
(Lev Tolstoi)
Me imponía respeto el loable tocho de Guerra y paz, así que decidí empezar con esta ?nouvelle? de 900 paginitas. Y el mayor elogio que se me ocurre dedicarle es que me ha dejado con ganas de Guerra y paz. Tolstoi tiene un estilo muy propio, que deslumbra por su facilidad, por una de las faltas de retórica más químicamente puras que jamás he conocido. Realmente es algo único, narración material, también el reino de lo intangible es suyo, pero sin conceptuosidades, sin trampa ni cartón, un personaje se pone a pensar y devana sus ideas y traumas con rigor (Tolstoi era un hombre, se nota, de gran afán polémico, ideas férreas, increíble penetración y seguridad, que tal vez, extremadas, le llevaron a los excesos fundamentalistas del final de su vida). Pero estas disquisiciones no suenan nunca a excisos, la estructura del libro es impresionante, totémica, como de obra de la naturaleza, de enormes círculos que van rotando y decantándose, relevándose como en un baile que nunca fatiga (hay, para mi gusto, algún pasaje un poco más débil, justo después de que ana deje a su marido, pero puede ser este pobre lector cogiendo aire ante el paso de Tolstoi que jamás se detiene, que jamás vacila). Ana Karenina está viva, es un ser humano terrible y desbordado, cargado de connotaciones simbólicas. Pero ella no es la protagonista en solitario; el libro abarca el final de una época, aunque sin el deje elegíaco y terrible de, pongamos, un Lampedusa. Y la ?denuncia? posible que hay en el caso de Ana reúne el marasmo social, el rebaño colectivo que asesinó a Emma Bovary, y a la vez la jauría de hienas valientes sólo en la intimidad que hundió a la Regenta a base de bisibiseos: justo medio, justo equilibrio. Pero el libro, insisto, no es sólo ella, inolvidable la lección de ética que puede deparar un arado (qué bella, certera imagen): primero traza tú un surco y luego podrás hablar de planes quinquenales, antes no, y cuánto amor, y cuánta crueldad, y el niño pisoteado que en cada ser humano yace se queja, no hay que pisotearlo más aunque tampoco ensalzarlo, qué personajes, qué momentos de caza, de celos, de paseos a solas en medio de la naturaleza que cambian una vida para siempre, en secreto, y cuánta locura y qué marchar de hombres y qué maravilla. Pensándolo bien, se me ocurre un elogio mayor para este libro: no uno, no dos, no tres, varios pasajes de este libro han hecho que se me saltaran las lágrimas. Y eso es cada vez más raro que me pase.
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