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Tiempo Etíope
(Luz Domínguez)

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Una grata invitación
Fue el martes primero de marzo del 2005, que tuve a bien asistir a la presentación del libro Tiempo Etíope. El encuentro tuvo lugar en la gigantezca y céntrica casona madrileña donde radica el Círculo de Bellas Artes. Acudí al evento por invitación personal de Gonzalo Sichar, director de la editorial Sepha, en cuya colección Brújula publicábase esta nueva obra de la escritora Luz Domínguez (Cáceres, 1966); se trata de una licenciada en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Madrid, hambrienta de saber y que viaja incansablemente en un mundo que sueña hacer mas humano, como su obra demuestra.Y fue así que me topé, en uno de los salones del ilustre Círculo con el panel conformado, además de la autora, por el propio Sichar, el periodista Rafael Chamorro y la abogado Mª Jesús Caja. Apenas iniciada la presentación de la obra, el director de Sepha, tuvo la cortesía de presentar ante el público otros autores de su editorial: Javier Gálvez Guasp, Gilda García Sotelo y quien escribe estas notas -con quien por entonces ya trabajaba Sichar en la edición del libro Pasión y Razón de Cuba- , miembros todos de una cofradía de la que uno se siente orgulloso de pertenecer con solo leer, un libro tan ameno y humano como es Tiempo Etíope de Luz Domínguez.
De la nación hecha libro, un poco de historia
Estaba pues asistiendo, ese frío día de marzo, a la presentación del desandar aventurero, literario y real a un tiempo, hecho por la escritora de los los caminos de Arthur Rimbaud y de Richard Francis Burton . Se trataba el de Luz de un libro que descubre, sin didactismos y por tanto de manera grata, lo que resta de uno de los estados más antiguos del mundo, los nudos multicolores en los que hoy resulta el entrecruzamiento de las culturas mas variadas; las de África del Norte y subsahariana, las del Oriente Medio y la de Europa en un pedazo de aquello que los griegos llamaron Aithiopia el país de los rostros quemados, el término general con la que se referían a la parte africana situada al sur de Egipto y que abarcaba, según los conocimientos de entonces, a Nubia - la tierra del legendario Abdala, de la pieza homónima de José Martí-, Sudán, la actual Etiopía propiamente dicha y parte del desierto de Libia. En ese sentido amplio que se habló de Etiopía en documentos e historias tan antiguas como la propia Ilíada. Y es en ese territorio donde; mientras que en Europa imperaba la barbarie, ya existían reinos civilizados, como el de Makeda; la Reina de Saba que se menciona en Libro de los Reyes del Antiguo Testamento; es decir el de aquella que le robara el corazón del sabio Rey Salomón de Judea. De ese amor nació Menelek, padre de una larga dinastía y nieto del legendario Rey David. Cuenta la leyenda que a su regreso de Judea, Makeda se trajo consigo al Judaismo, cuya influencia durará en la región hasta nuestros días. No debe extrañarnos pues que en el siglo II y III de nuestra era una parte de la diáspora judía se estableciera en Etiopía, de aquella emigración es que que descienden esos hebreos negros llamados Falas Mura, judíos africanos de los cuales cerca de 50000 han retornado a Israel desde 1848.
Aporto al lector estos antecedentes como vía para conjurar los posibles prejuicios que le aparten de una lectura tan necesaria como la que este libro demanda, de aquellas imágenes que reducen Etiopía a una tierra de hambrunas, cuando, sin negar esa tragedia, existe ademas todo lo que el libro de Domíguez nos enseña, de ella; en particular una riqueza moral y espiritual cada vez menos común en otras partes de la tierra. Se trata de captar la magia que nos podría explicarnos esa conversión de Etiopía, desde la distancia, en una especie de Meca para el movimiento Rastafari, ese que le toma prestado el nombre a quien mas tarde se llamaría, Haile Selassie, el Rey del que se dijo, una vez derrocado, tantas cosas malas; desde que hacía sus necesidades en inodoros de oro mientras el pueblo moría de hambre y hasta crímenesde los que sus deerrocadores tampoco fueron inocentes. Más no importa, pese al mal nombre de Selassie y de su muerte - se dice que por estrangulamiento bajo el poder de Mengistu Haile Mariam - parece que el León Rampante de la tribu de Judáh sigue conquistando adeptos, no sólo en la Jamaica de Bob Marley, sino incluso en la vecina Cuba. De un país capaz de fascinar a quienes viven tan lejos, es decir en el Caribe, no es difícil sacar un buen libro -Tiempo Etíope lo es- sobre todo si se tiene tan buena pluma como tiene Luz Domínguez, una mujer cuya calidad humana parece conjugarse con la de escritora; al menos eso fue lo que intuí en el lanzamiento de su obra, donde el cariño los panelista le arropaban, de alguna manera, nos contagió a todos los presentes.



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